No se puede cortar la flor del viento
ni llorar tenues lágrimas
de arena,
ni enviar una carta nunca escrita
ni añorar lo que nunca se ha vivido,
pero sí recordar
a aquellos hombres
que escribieron la historia sin saberlo,
sin querer pretender ganar la gloria,
que nos dieron su vida
hecha fragmentos
con el arma sutil de la palabra.
No se puede olvidar a los vencidos
que ahora duermen su sueño
sin retorno,
sin esa identidad que les robaron
sin derecho a una lápida y un nombre,
no se puede olvidar
a quien la muerte
les sorprendió tan lejos de su patria
con los ojos cegados de tristeza
y la sangre feroz envenenada.
Nadie puede olvidar a los ausentes,
a los hombres sin nombre,
sin contornos
porque instalados viven en la sombra,
en el pan que comemos,
en el aire,
en la memoria abierta como herida,
ni ignorar esas muertes anunciadas
que no están aún escritas
porque nadie
sabe mirar más lejos de sí mismo.
Marcelino Sáez García
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