La leche se eterniza
sobre el fuego. El cigarrillo, interpuesto,
petrificado contra el alférez de latón
verde, sugiere una huída improvisada.
Mi lengua espera pegada a la letra
como un chicle. Anochece.
Nada es extraordinario.
Aquí todo esta infectado
de mis ojos
que no advierten ya paisaje
en el paisaje.
Maribel Hernández
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