La conozco muy bien,
por eso os hablo
con esta cercanía de la muerte,
yo he muerto muchas veces,
muchas, muchas
y todas me han dolido, pero acaso,
la que más me dolió fue la primera.
Después me acostumbre
y pasado un tiempo,
el morir era solo una rutina,
un ejercicio más
imprescindible
en esta cotidiana singladura
en la que vida y muerte era lo mismo.
Ahora que la luz aún me transforma
de sombra a claridad
sin darme cuenta,
ya me estoy preparando, por si acaso
de tanto morir tanto
en una de esas,
la costumbre me cierra un día los ojos
y se me olvida abrirlos para siempre.
Marcelino Sáez García
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