Cierro los ojos y siento un rubor en la punta de mis dedos al acariciar la taza
y despertar su humeante aroma.
Embriago todo mi cuerpo de ese vapor, de ese rocío, de esa esencia...
Me dejo llevar por ese soplo de brisa que ondea sugerente las cortinas
permitiendo que inunde mi estancia de palabras y de dicha.
María Belén Mateos
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