Entre cuatro paredes de cristal encerraste mi libertad.
Promesas falsas hilvanadas con puntadas de engaño,
amaneceres sombríos,
fríos de abrazos y
dolientes noches de espera.
Arrancaste las plumas de mi alma a bocados, a gritos, a palabras sin sentido.
Y mi cuerpo se fue empequeñeciendo, mis alas se fueron quebrando
y mis latidos quedaron sonando en el eco de un vacío.
Pinto las paredes, por no pintar de sangre
los poros que me visten.
Lloro en el silencio, por no llorar a tus hirientes oídos.
Aquí me quedaré encogida, entre los muros de cal que un día fueron arena.
Aquí me quedaré hasta que el último soplo de vida
también quieras hacerlo tuyo.
María Belén Mateos
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