Ese día en el que ya no vuelva a la jubilosa luz
que se palpa crecer en los bordes del agua,
un signo, como señal brevísima, acuñará tu olvido
cual abierta cicatriz del canal derramándose.
Aunque veas la vestimenta rota de las estaciones
sobre el estilete de mármol del desbaratado puente,
el hábil artificio de las ramas del decir, envolverán
con su engaño el incendio de mi voz deshabitada.
Y en la noche decayendo, cuando la alondra duerma,
un acogedor silencio señalará mi paso como huella
indeleble, y en el agónico hilo de tu desolada forma,
vagará mi sombra en los días perdidos y acabados.
Antonio Parra Ruiz
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