La señora tiempo divaga constante
entre los latidos del boomerang
desvelando los silencios de un vértigo
que aguijonea los círculos de las quimeras.
Los caminos enterrados entre las alas
se sitúan como el arco de un guerrero
que apunta con su flecha sin destino
la vertical constante de la existencia.
Los arcos descartados de mis pasos
se sitúan entre los lodos sedimentados
de los sombríos atisbos de las flores.
Los violonchelos apoyados en la luz
se convierten en hijos de la nieve
que navegan decididos en odas divinas.
La sabiduría se sitúa bajo los leones
actuando bajo las miradas curiosas
del escondido abandono de la ilusión.
El místico arquetipo de la vejez translúcida
se asoma desnudo en el ventanal sombrío
con la mirada perdida en el Dios sempiterno.
No más cruces, no más atajos, no más senderos,
sólo una última mirada a la mar para partir
en el vagón de la música del arpa sagrada.
Rafael Luna García
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