La milicia de árboles y hojarasca
arrullan los peces de tu nombre
en los recodos de las adelfas
cruzando las orillas de la primavera
entre las alas azules de los maizales.
Los geranios se descalzan junto al río
en los bosques de lluvia y suspiros
caminando desnudos
a los pies eternos de los celindos.
El azahar boquiabierto –en quietud–
se asoma a la inmensidad inocente
de los vastos valles silenciosos
tapizados por las voces de las amapolas.
Tu ser de plata y nostalgia
se hace ritual entre los juncos
desplegando un intenso resplandor
de hinojos arrugados
que se hacen veredas y sombras
en los recodos del agua.
Los besos puros acunados en la mar
se hacen nómadas, sin silueta,
cubriendo la tristeza de los trigales
en los territorios ancestrales del amor.
En mis manos, tu esencia de musgo y retama
se cierne verso de soledad profunda
que redobla sin cesar en los confines añil
de las baldeas caracolas malvas.
Rafael Luna García
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