El silencio sopla suave limpiando mi conciencia de soledad. La luna se deshace en mis entrañas abriendo mi corazón a la noche. En mi interior se encienden planetas tristes que huyen de la luz. Esta noche, los recuerdos son barcos de papel que desordenan las pisadas de lo sagrado. Escapo y me refugio en la frente cálida de un girasol, latiendo de melancolía entre los susurros de las aceras. La nostalgia me sigue sigilosamente como la oscuridad persigue al abismo. Por fin, me detengo y me alejo como un pájaro de azúcar que se diluye en los cielos de leche. Siento las voces de la gente cubriendo las farolas derramadas junto al mar. Cruzo la mirada con un indigente y me descubro en sus ojos deshechos que (sólo) claman humanidad.
Rafael Luna García
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