Acechando las puertas por si abren sus pétalos,
van tus ojos buscando la tenue luz de los sueños,
y su ahogada presencia que pugna por dejarte
yace entre la porcelana rota a los pies de la mesa.
Y está la casa oscura e hinchada la madera
del óxido de los años y la sequedad del tiempo,
y ese inhabitable otoño con su flor de la lluvia,
irremediablemente va despacio ovillándose.
Ahora que ya conoces que está tu vida hecha
de fragmentos del tiempo y harapos de los días,
el ácido feroz e invisible que derrama el olvido,
corroerá la banal humareda inútil de tu espera.
Antonio Parra Ruiz
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