Y cede a los páramos cuanto de fértil
eres. A los gusanos y a los dedos heridos
de los que profanaron tu su suelo, con tu almáciga
úngelos, y que el verdor sea su inicuo sudario.
Con mucílagos impregna tus guedejas y pulidos
cantos haz rodar por los costados y las aristas
abiertas; en el vientre acumula los cuarzos
y gesta preciosas piedras donde reptiles
o borujos oven, alimentando las camelias
y las rojas pomas que inciten al engaño,
y una vez saciado tu apetito, arrójanos las sobras.
Antonio Parra Ruiz
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