Acercabas tus días a los míos en el borde del precipicio
sabiendo
que la imagen reflejada en la superficie del agua
desata las fuerzas que sumergen al hombre
en el ansía de poseer la belleza de lo efímero.
Sabías que tu vuelo de ave migratoria,
refugiada en la buhardilla,
guarda memoria y nostalgia
de la llamada ancestral de la bandada
que convoca a sus individuos por mandato de especie,
y manteniendo tu impulso errante en el amanecer
de una copa de vino,
no dejabas que te amara.
O eso creía.
Carmen Gallego Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario