A caballo en la aurora,
con sus bocas de nuez
y sus ojos de pez,
salen de los armarios
todos mis muertos.
También brotan del “almario”
centellas sobre una espuela,
jirones entrelazados
de incandescentes quimeras.
Unos con sus gestos graves,
otros, pura cábala y dilema,
entre los dedos del alba
me guían cual un Virgilio
hacia madejas de niebla.
María Pilar Latorre
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