Agazapado en los rincones
espera que lleguen las tardes de domingo.
En un continuo desenfreno,
repta ligero paredes arriba
y, más ligero todavía, repta paredes abajo.
En su ir y venir
tapiza la casa con una red
que crea un espacio vacío.
Cumplido el objetivo,
se ufana del resultado
y me ciñe con su compañía indeseada.
¡Cómo echo de menos en esas tardes
un murmullo, una risa, el quejido de unas ruedas…!
Pero no, solo escucho los ecos del silencio
que, aunque mudos, me gritan
y me espantan.
María Pilar Latorre
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