Pasas la mano despacio sobre tu vientre
sin llegar a tocar la carne,
y la abres ávida y ligera.
La sombra apenas tiene espacio donde existir,
todo es luz,
y creas un línea discontinua sobre la cicatriz de la cesárea,
un recorrido de aceite de argán y rosa de mosqueta.
Es entonces cuando el poema se escribe sobre la piel,
entre el silencio que crean
los huecos de tus dedos.
Jorge Ortíz Robla
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