Cuando cada mañana
el sol agujerea la penumbra de la noche,
sus primeros rayos,
los más traviesos,
cruzando el aire
saltan sobre mi cama.
Tras enredar en mis piernas
las sábanas y la colcha,
se pasean insolentes
por el festón de la almohada.
Solo cuando en los labios
me hayan dejado su impronta de luz
y un sabor a vino y miel,
triunfadores y orgullosos,
se escaparán de mi lado.
María Pilar Latorre
No hay comentarios:
Publicar un comentario