El infierno se inunda hacia el ocaso. Como una serpentina negra, va girando y disolviéndose.
Habrá un día en que Luzbel vuelva a ser un ángel, cuando recupere su belleza y se impregne de dulzura.
Desobedeceré e insumisa, te desnudaré de mal, y bendeciré tu cuerpo con mis labios.
Escribo las memorias de Astarté como si de Afrodisia se tratara, y las palabras me salen como besos que un día te di, entregándote mi desesperación en el mismo vértice que corre sin parar.
Asómbrate de mi hermosura, la que forjaste con cemento y con el mármol de la iniciación, la que después despedazaste para que pudiera componer un rastro con estrellas.
En mi desmesura hay un toque de silencio, un cenit de ángeles que duermen bajo el ojo inescrutable de un Dios que me reveló su nombre y me bendijo.
Como en una trama borrascosa se me pierden las visiones, y el amor es como una masa de azules en la infinitud.
Teresa Domingo Català
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