Me gusta cuando hablas porque estás como presente,
y tu voz se escucha en escuelas y plazas,
y se erigen versos en cubiles nostálgicos
de copas y cañas.
Me gusta que tu voz sea pertinente
y discutida y aclarada. Versada, cruel
e inteligente;
experimentada.
Me gusta cuando gritas y lloras
la palabra. Cuando se alza afónica
de tanto usarla.
También cuando se reserva cauta
para la convivencia diaria.
Me gusta serena, en su discurso libertario,
y que rabien sus pechos
cuando el puño alza.
Me gusta cuando lanza
con envenenado tino
su piedra acertada.
Por eso, y porque el hombre
aún necesita palabras
que le rompan los tímpanos
y su conciencia acerada;
no pares nunca el reclamo
de equidad e injusta comparsa.
Por más que el poeta te diga
que le gustas callada, no pares de darme
lecciones de esperanza.
Pablo Otero
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