Ars longa vita brevis. Voz sobre el dintel muerto
de tu soterrada belleza. Tus transparentes
mejillas son ya niñas ahogadas bajo el ocre
de la furia. Quedan latiendo como raíces
los colores de tu cuerpo de joven sirena.
El tiempo se encargará de hacerlos florecer.
He regresado bajo el tórrido sol de junio
con la esperanza de recuperar tus miradas,
aquellas que depositaste sobre las ondas
de la costa esperando vislumbrar a lo lejos
los remos de mi bajel aterido de frío.
Por última vez he atravesado el umbral
que tantas veces me condujo a ti, dulce dueña.
Tras dejar mis lágrimas a los pies de tu estatua
surco las olas de nuevo hacia extrañas islas.
Empuja mis velas la suavidad de tus manos.
Vagaré sin rumbo hasta encontrar la tierra fértil
que tras siglos de olvido ha de heredar tu nombre.
Pedro S. Sanz
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