Allí, se amordazan las nubes.
A la izquierda del universo
Dios se muestra como una mujer que danza
las nanas granates del estanque.
Le rezo entonces tras los prodigios del agua
bajo la hondura de los peces.
En el suelo las nubes continúan purificándose,
es Dios quien las inclina hacia la tierra de los árboles,
luego se apacigua.
Encorvo el océano,
lo desmenuzo tras el diluvio,
el éxtasis hace gemir a la mujer que ahora se muestra como Él.
Candelaria Villavicencio
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