Uno crea la necesidad
y le da nombre como a un hijo
esa necesidad adquiere
perfil y color
le otorgamos un rincón entre las sábanas
entre los dedos
y comienza a caminar con nuestros pasos.
Uno crea la necesidad
y se asoma a la ventana
y respira con urgencia
y sabe que los besos alimentan
como un puñado de cerezas.
Necesidad de ser vestida
con pestañas de deseo
de regalarte un espacio
y alumbrar farolas a tu paso
la necesidad de un instante
con aguacero o sin él.
Y un día la necesidad
se compara con las montañas
con los rascacielos
y grita su nombre
y se hace latido.
Entonces la pisamos
le enseñamos precipicios
la asustamos sin medida
y todo se asemeja a una batalla
y todo queda en los espejos
y dice amor
y yo estoy muerta.
Aída Acosta
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