Rueda un sibilino silencio
por entre los vespertinos murmullos
a la hora mala en que se destraba
el sueño en lo alto del verbo.
Se tensan las cuerdas del llanto
con cuchillo de destemplado grito
que procaz se vuelve orgasmo
en subversivos humedales silentes.
Se tornan cantos los vocablos indigentes
locura fiera la que muerde las palabras
en bocas precisas y ojos renuentes
en los escaparates de la nula conveniencia.
Tras los sayos de la furia se esconde
la tristeza de los amantes sin lágrimas
que niegan decires que vierten disputas
que simulan naufragios de fobias adversas.
Se agolpan despertares incautos al amparo
de los relojes que marcan minutos imprecisos
sobre muros que ocultan inocencias
que pactan juegos en surcos de carne desnuda.
Se elevan a los altares los salvajes verbos
que fingen armonías en labios de pecado.
María de Paz
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