Dijiste Adiós en un suspiro inaudible
y se derrumbó a mi alrededor el aire.
Se me desprendió la piel como un ropaje
gastado, como una mudable coraza.
Parálisis de la sangre.
El amor cristalizado.
Algún día aparecerás de repente,
y tomaremos un café tibio de disculpas,
como si no hubiera existido la ausencia.
Y el paréntesis del tiempo nos cabrá
entonces en los bolsillos
Pedro S. Sanz
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