domingo, 30 de noviembre de 2014
A Unai y a Paule
Hay días de lágrimas alegres.
Hoy se ha obrado el milagro de la carne rosa
y hay murmullos de arcángeles en todas las estancias.
Mi hija tiene dos almas y le ha salido un nido
en forma de regazo.
Su mano se ha hecho cóncava y se acopla
a la convexidad rosada de su fruto.
La vida persevera y alguien pide su estrella.
Un brote de mis brotes ha tomado el testigo
para portar la antorcha a través de mi pálpito...
Hay una sangre nueva que se convierte en leche.
Octavio Fernández Zotes.
sábado, 29 de noviembre de 2014
Espérame donde fluye la acequia de la noria
Espérame donde fluye la acequia de la noria,
allí, donde el agua va redimiendo los surcos desmayados;
espérame en los lentos canjilones,
-cántaros de vida espejeando-,
espérame en las noches deslunadas,
cuando, desnudo, vague sediento en médulas vacías.
Espérame cuando tiemble el ápice del alma
al borde del precipicio absurdo de la nada.
Espérame en las luces encendidas, en las tardes apagadas;
espérame, si me pierdo en las distancias de las horas
arrancadas, en las días disecados.
Espérame en los muebles desudados,
en el viejo almacén de nuestros días,
en el dédalo de la noche y las arañas.
Se está labrado el huerto de los sueños decaídos
por si vienes conmigo y volvemos a sembrarlos.
Octavio Fernández Zotes
viernes, 28 de noviembre de 2014
Hoy, que el viento ha limpiado la mañana
Hoy, que el viento ha limpiado la mañana
y está la mente y la niebla trasparente,
paseas por el predio que siempre fue tu orilla.
Y el cerro, que antaño fue montaña; montaña
que obturaba el horizonte y sólo toleraba el paso
del arroyo, que tú llamabas río; un río
hacia un lejano mar del que nada sabías.
(Aún no sabías
que su acomodo era la muerte).
Las aves volaban altas en formación de flecha
y marcaban un destino, anónimo o sublime.
Hoy, que vuelves aquí sin resolverte,
tus preguntas se pierden en el éter.
Pero ¿qué queda aquí de lo que ha tiempo,
sobresaltó tu afán, iluminó tu sueño?
Dejabas lamer tu cuerpo
al frío de las aguas de un Duerna refulgente,
bruñendo tu piel con las esencias del Pan griego,
secando tu piel desnuda al sol, transida
de deseos, sobre el verde lujuriante la hierba.
Lejos, de la ciudad, llegaban ecos
que evitabas y mirabas a las gentes desde lejos.
Tan lejanos, ay, como ellos impasibles.
Y te ibas lento, indiferente, con el rostro postrado,
como el desmayo de los sauces.
Como un Adán que nace y no se orienta.
Octavio Fernández Zotes
jueves, 27 de noviembre de 2014
Ergo sum
Vengo de más allá de las fronteras,
buscando primaveras diferentes;
escuché sin reparo los cantos de sirena
con la ebriedad del sabor a tierra nueva.
No voy a parte alguna;
ya sé que no me espera nadie,
pero quiero apurar la prórroga hasta el límite
rompiendo aduanas y horizontes.
Si yo tuviera algo que decir, lo contaría ahora,
en este domingo frío del invierno,
mas, presiento que ya todo esta dicho,
que busco palabras diferentes
para decir lo mismo.
El día está cansado
y yo mismo
sigo mirando con los ojos glaucos
la idéntica procesión de lo monótono,
la inútil adoración a lo caduco.
Y mientras esto digo
llama un hombre a mi puerta y me pregunta
si sé que hay una guerra;
si sé que hay hombres y niños escondidos
en la trastienda de la historia.
Y me sorprendo repitiendo
la eterna cantinela de mis penas;
mirando absorto hacia el reloj parado,
pensando que soy sólo yo quien va conmigo.
Octavio Fernández Zotes
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Anónimo viajero
Anónimo viajero que escucharas
sonidos leves de invierno en esta tarde:
no te pares.
Es el rumor de la nieve cuando cae
sobre este enclave cruzado de caminos:
dos chopos, cuatro pinos y una flores
rebeldes ante el frío del invierno.
Dentro del alma se consumen
las últimas palabras, la imágenes
brillantes como brasas;
retóricas metáforas que arden
y sólo dejan un silente polvo gris
de tedio y calma..
Así, el espíritu se llena
de nebulosa pátina, de pasos desteñidos
que sólo ahora esperan
un término seguro a este viaje espiral.
Espirales de humo en las pisadas
donde se funden ya:
las flores del invierno,
los chopos deshojados,
los pinos temblorosos
y las ánimas que vagan inconexas
en busca de destino.
Hay un rumor de nieve en cada pausa.
Octavio Fernández Zotes
martes, 25 de noviembre de 2014
Lánguida la tarde sorbida en trago largo
Lánguida la tarde sorbida en trago largo.
Corre un viento-látigo que va azotando al tiempo
y el tiempo se disuelve, se vuelve evanescente.
Como una historia en sepia que pierde sus matices.
Atmósfera indolente y un miedo subrepticio
envuelven los fantasmas que tornan del destello.
Y todo ha sido un tránsito del que tan sólo quedan
retazos de memoria fundidas al olvido.
Y al fin, ¿qué es esto? Memorias del olvido,
momentos pasajeros carentes de consciencia.
Retazos de esperanzas diluidas.
Ahora toca el retorno y sólo resta,
en el fondo del vaso,…poso y hielo.
Octavio Fernández Zotes
lunes, 24 de noviembre de 2014
Desflorando la rosa de los tiempos
Desflorando la rosa de los tiempos,
el antes y el después son imprecisos,
sólo queda rellenar de ardor y miedo antiguo
el efímero peso del relámpago.
Afinar el espíritu a una música
mientras cruza la imagen vaga de algún verso.
Qué importa que el ángulo del arpa
se duerma en el rincón oscuro.
Mañana lloraré, si así conviene, pero ahora
dejadme oír, cara a las sombras,
esa traza de azul que se infiltra entre las prisas.
Octavio Fernández Zotes
domingo, 23 de noviembre de 2014
Postales
La vida nos contempla inaudita
y vigila nuestros pasos.
A veces los recuerdos borran las huellas
que depositamos sobre las risas, los silencios,
los susurros del despertar
en cada apóstrofo de la palabra
y fotografiamos instantes
para conservar lo incorservable
para no olvidar quienes somos
cuando el polvo nos devore la carne.
En los mercadillos están todas ellas,
cubiertas de olvido.
Me las venden a cincuenta céntimos la unidad.
Veo novias, veo amantes enamoradas
de hombres con los que nunca podrán envejecer,
veo parejas, e hijos, y padres y nietos y abuelos
y loros y perros y señores y criados que nunca volvieron
a encontrarse, jamás.
La muerte se los ha llevado a todos, pero puedo coleccionarlos
como a los cromos de la liga por sólo cincuenta céntimos.
Fotos sin nombre, palabras sin entonación. Blancos y negros,
algunas pintadas a technicolor.
Siempre les pregunto sus historias y enmuceden.
Miro sus ojos, sus gestos, sus labios y me embriago del aroma
de su felicidad, de sus miedos, de su dolor, de su terror a la vida.
La vida que se les escapó en un flash.
Jamás se imaginaron que su eternidad valdría cincuenta céntimos de euro.
Y yo paso de largo y las olvido, y cojo paquetes de postales y selecciono.
Cartas de amor, promesas perdidas en el tiempo enviadas a novias y esposas,
a mujeres que jamás pudo amar en el lecho el hombre que les escribió.
Compré una de un chico zaragozano que escribía una carta de amor a una francesita del otro lado de los Pirineos. ¿Se llegaron a conocer? Jamás sabré su historia.
Me llevo diez postales por seis euros. Diez vivencias, diez vidas por seis euros.
Devoro sus momentos y a cambio he entregado al mundo un trozo de papel mugriento para luego guardarlas en un álbum que nadie leerá,
y que décadas después acabará en un mercadillo
vendiéndose a diez céntimos la pieza.
Este poema se regalará con el álbum de postales. Por un trozo de jamón, quizás.
Y alguien que no soy capaz de imaginarme leerá estas líneas y me olvidará en un cajón.
David Lorenzo Cardiel
sábado, 22 de noviembre de 2014
La gente está empecinada con la recuperación.
La gente está empecinada con la recuperación.
Los periódicos dicen que la economía irá en alza el próximo trimestre.
Que el fútbol también va en alza,
que ya somos la mitad de nosotros creyentes del balón,
que los divorcios aumentan,
que se ama menos,
que la luna desciende,
que cada vez hay menos bosques,
que ya no hay ricos ni pobres con escrúpulos,
que los filósofos languidecen,
que más vale que logremos producir oxígeno en Marte
porque de aquí a cien años nos morimos todos,
literalmente,
nos morimos de sueño y luego nos morimos de verdad,
que es como se muere la gente viva,
porque lo de viajar a cuatro años luz lo tenemos jodido
y sabemos que no llegamos,
porque somos unos necios con cosas feas en las manos
que pueden matarlo todo y acabar con el tiempo mismo.
Con lo fácil que es reconocer que todo va a ir a peor,
que la redención no cae del cielo,
que las nubes pueden ser de azufre
y sin embargo todavía nos llueve agua,
que aún podemos cagarla un poco menos,
amar una miaja más,
leer más ensayos, escribir los nuestros luego,
dejar de prender fuego los árboles,
creer en Dios, o en nuestra fuerza,
y echar los balones fuera, ser conscientes de lo que es nuestro.
Y dejarnos de recuperaciones,
porque nadie se recupera después de un duro golpe:
se vive, se levanta la cabeza,
se hunde de nuevo en el lodo,
nos modelamos en otros nuevos,
pero como antes no, nada se recupera,
pero todo podemos volver a perderlo.
David Lorenzo Cardiel
viernes, 21 de noviembre de 2014
Guerra
Han dado la alarma y todo se vuelve oscuro,
como las libélulas en la noche, que uno
nunca sabe muy bien dónde están y a veces caen y chocan
y aletean en silencio para liberar el aullido de la mañana
convertido en fósforo incendiado sobre la piel ajena,
y yo sé que es una falsa luz la de las libélulas
porque suenan fuerte en la noche
y tiemblan las paredes, y hablan las calles
persiguiéndonos la noche, y no sé encontrar la salida
cada vez que el polvo cubre el pasillo,
como cuando te cae una montaña encima
y de repente ves la luz, y la sigues, y te das cuenta
que sólo es un deseo y que estás agarrado a unos hierros oxidados
que salen por tus manos y que se derraman junto a tus pensamientos,
lentamente, montaña abajo, hasta los tobillos,
pero tú sólo ves la luz, y luego te ves retorcido como un higo pocho
y no sabes dónde ir, ya no tienes patria.
Pero luego te despiertas en alguna parte
y agradeces que te hayan convertido en viento:
así ya no tendrás que aguantar más a las luciérnagas
cuando vuelen por la noche y choquen en silencio
batiendo sus alas en la oscuridad.
Sabrás que ya nada pueden hacerte,
porque ya no hay más montañas ni más silencio,
ni más carne quemada que pueda herir tus alas, pequeña mariposa,
pequeño hijo de la tierra.
David Lorenzo Cardiel
jueves, 20 de noviembre de 2014
Fuenterrabía
Un viento de terciopelo que se levanta
con una suave melancolía de luz,
alto hacia las nubes, enrizándose la arena,
que se eleva desde el Cantábrico
abriendo la playa hacia el Bidasoa,
y los barcos que se abren paso
en un mar que llueve sombras,
mientras las olas van cogiendo forma
talladas por los bañistas que corren al paseo,
se recogen las ropas y se tapan
el rostro ante la espontaneidad de la vida.
Y luego una neblina que viene de Hendaya
como una tribulación inevitable,
y cae la lluvia y con ella
las gaviotas vuelven a gobernar el mar.
David Lorenzo Cardiel
miércoles, 19 de noviembre de 2014
El hilo rojo
Dónde nacen las siluetas cada mañana, que en un rincón,
en una sola esquina, la ciudad se hace campo,
y un hilo rojo nos recorre a todos,
cubierto de miradas que nos resultan extrañas.
El caso es que hay un hilo que huelo
que enreda la ciudad hasta convertirla en huella,
y yo dejo que me guíe y me lleve a mundos extraños
donde el sol quema tanto como enfría
en busca de la verdad perfecta,
de la excusa tamizada que nos permitirá vivir otro amanecer,
allí donde el hilo nos sujeta y nos hiere
como un padre enseñando a su hijo a montar en bicicleta,
inventando nuevos cuentos cada noche
para que durmamos en el sueño de un amor
que siempre será, incluso cuando no exista.
David Lorenzo Cardiel
martes, 18 de noviembre de 2014
Días de lluvia
Fíjate cómo llueve, qué hermosa es la vida.
Se ha hecho líquida para entregársenos etérea,
nos viene en nubes para que no la alcancemos
y que cuando menos lo esperemos nos caiga encima,
para regarnos de existencia, pura densidad,
cuando le apetece.
Nosotros abrimos los paraguas y odiamos a las nubes por llovernos,
sobre todo si tienen rayos y caen yermas
con granizos en verano y nieve en invierno.
Nos perturba pensar que las nubes nos controlan,
que pueden manipular nuestro carácter para hacernos tristes,
o alegres, o que cocinemos paella porque sí,
porque hoy llueve y hace frío,
y no se puede ir una vez más a la playa.
Porque mientras las nubes estén ahí el mundo es de ellas,
y si les da la gana empaparán la tierra
para que no vayamos a los conciertos de verano
y la gente piense en lo que tiene que pensar,
amarse ahora que está la luna.
David Lorenzo Cardiel
lunes, 17 de noviembre de 2014
A veces desearía volver a ser un niño
A veces desearía volver a ser un niño
para ser capaz de jugar con las estrellas sin mirarlas
de esta forma en que las miro,
como puntos mentirosos en el cielo oscuro
que sé que destellan por un efecto óptico,
como lo es el deseo, o la vida, o ver el espejismo de un sándwich
en una carretera nacional a las cuatro de la tarde.
Y jugar con las olas para llorarlas luego,
empapado de sal hasta el ombligo,
y mirar las medusas muertas en los contenedores
que los bañistas tiran cuando las atrapan con sus redes
compradas en un chino por cero noventa,
creyéndose pescadores de vidas,
pescando almas en cada playa,
para después turrarse al sol hasta freírse hartos de soledad,
hasta aburrir la vida que se nos escapa.
Pero luego me doy cuenta y pienso que me he roto
demasiadas veces en mis adentros,
y que si mi infancia son mis recuerdos
volvería a romperme tarde o temprano, y a sangrarme la cabeza
con recuerdos recalentados mil veces,
hasta agotarme las fuerzas y pudrirme en carne.
Al final, me gusta pensar que las estrellas son estrellas.
Bolas de gas muy lejanas, que podrían abrasar este mundo miserable
pero que por bondad, o por tetraplejía, no lo hacen,
y aquí me dejan, contemplándolas desde mi ventana,
como un tonto pegado al vidrio de una pastelería,
para mirar por última vez a la chica de la voz dulce
sin un billete para comprar un pastel.
David Lorenzo Cardiel
domingo, 16 de noviembre de 2014
Si te complace
Si te complace
escúchalo en tu corazón
si te desgarra el poema
te extraña para siempre
como el amor al amante
y éste a su amado
en el arte de encontrarse.
Irma Ariola Medina
sábado, 15 de noviembre de 2014
Me pierdo
Me pierdo
entre una corchea
y
la partitura
de tu cuerpo
hasta deslizarme
al compás
del pentagrama
- de tu perla. –
Irma Ariola Medina
viernes, 14 de noviembre de 2014
En el viento
En el viento
deshojo tus labios
entre los besos sellados
cuando nos fundimos
en una misma llama.
Irma Ariola Medina
jueves, 13 de noviembre de 2014
Arráncame el poema
Arráncame el poema
entre los acordes
de la sinfonía,
mientras
los gemidos son el eco
del aroma sentido.
Irma Ariola Medina
miércoles, 12 de noviembre de 2014
Soy un atomo
Soy un átomo
que roza tu universo
fusionada en el sueño
conquistado tras la siesta
en el instante preciso
tras el tiempo transitado
por las colinas cargadas
de piedras pisadas
con algunas caídas
tras disipar los escollos
y deslizar mis pies
en el agua limpia.
Somos la materia elegida
que emana
en la justa medida
en el abrazo vencido
en la balanza
de nuestros astros.
Irma Ariola Medina
martes, 11 de noviembre de 2014
Locura por tu boca
Tengo el norte perdido por tu boca
y arde la locura en nuestros cuerpos,
encendidos en tu cuenca
y dibujados entre nuestras piernas,
temblorosas en nuestra danza
acopladas, mientras mis pechos rebosan
entre tu boca hambrienta
a la pócima de tu desenfreno
conjugando el néctar de tus sorbos,
entre los poros de tu sabia
arrastro mis manos a tu sed
y la sacio recorriendo tu universo, entonces
mar adentro me pierdo,
nos deleitamos entre los sollozos
emitidos en el acordeón de tu grito,
en la PETIT MORTEN.
Irma Ariola Medina
lunes, 10 de noviembre de 2014
Hay nubes...
Hay nubes sin tormentas
otras las viven de lleno
son espejos en la mirada
del transeúnte despistado
que observa la vida
sin prisa
para avistar
su reflejo nuevo
en la perífrasis renovada.
Irma Ariola Medina
domingo, 9 de noviembre de 2014
Cosa de titanes
El peso del cielo no tiene que descansar
sobre nuestros hombros.
Eso es cosa de titanes.
Regálame un te quiero
y no escatimes besos pequeñitos
mientras escucho los latidos de tu corazón.
Y ahí, sí.
Ahí, seremos los únicos dueños de nuestros sueños.
Antonio José Royuela
sábado, 8 de noviembre de 2014
Timador
Nadie mejor que tú
sabe vivir una existencia camuflada.
Cual camaleón,
cambias el color de la piel
a la espera de una presa incauta.
Hay quien dice que tras tu irreverencia
se esconde la llama del infierno.
Pero para otros, algunas de tus obras
son parte viva de la historia sagrada del creador.
Nunca serás un héroe adorado
ni tan siquiera,
un Casanova de éxito
aunque te guste alardear de ello.
Pero habrás dejado una huella
que el timado nunca olvidará entre sus secretos.
Antonio José Royuela
viernes, 7 de noviembre de 2014
Última voluntad
De ciertos paisajes
atesoro su naturaleza salvaje,
el dibujo de sus cuerpos desnudos en mis pupilas,
y el marco de mis manos
como criaturas intrusas
adaptándose a los requerimientos de la piel.
A ellos
les debo el gusto
de ascender por los recios soportes
de unos muslos hasta el pubis
en el titilar de la vorágine,
como si de un arquitecto se tratara,
o de explorar desde mis labios
la lenta supuración de los senos
en el huracán que crece cerril
bajo la sumisión carnal que ello conlleva.
Así, cuando los vestigios de ese lenguaje
regresan a mi memoria,
me invade la nostalgia
de haber profundizado hasta límites
donde lo prohibido estaba exento de culpabilidad alguna,
como al leer una carta de un amor antiguo,
sabiendo que ya no te ama.
Y es entonces
cuando mi última voluntad
trata de encontrar un nuevo paisaje
en aquellas ventanas donde vislumbro
un haz de luz.
Antonio José Royuela
jueves, 6 de noviembre de 2014
Despedida
Una noche cualquiera
de un día con cielos grises,
despertaré abrazado
a la ausencia de tu mundo,
que es el mío cuando tú no estás.
Entonces, acariciaré tu pelo
convertido en una ciudad apagada.
Tu cuerpo semidesnudo,
será sombra en las esquinas de las calles
de esa misma ciudad sin luz,
donde el sueño de recordarte
juega a defenderse.
Una noche cualquiera,
fría como la nieve cuando tú me faltas,
sentiré miedo al oír el temblor
de tus muslos cruzar la puerta
sin mirar atrás.
Entonces, te estaré mirando.
Una mirada de otros ojos
con rastro de amor.
Sintiendo por dentro cómo se derriba todo.
Una noche cualquiera,
cuando las verdades sin contar
apaguen las cenizas de los labios,
cuando los silencios hayan perdido su crédito
y tu piel sea cicatriz de la mía.
Entonces, el rumbo de tu sonrisa
me dirá la isla dónde naufragué.
Para ese momento,
los dos habremos maldecido
las cosas que no se pueden compartir,
la intransigencia de los ojos de ciego,
las paradas donde no llega el metro
y el taxi quedando lejos.
Esa noche cualquiera, nosotros,
volveremos a ser tú y yo.
Una noche cualquiera,
cuando las verdades sin contar
apaguen las cenizas de los labios,
cuando los silencios hayan perdido su crédito
y tu piel sea cicatriz de la mía.
Entonces, el rumbo de tu sonrisa
me dirá la isla dónde naufragué.
Para ese momento,
los dos habremos maldecido
las cosas que no se pueden compartir,
la intransigencia de los ojos de ciego,
las paradas donde no llega el metro
y el taxi quedando lejos.
Esa noche cualquiera, nosotros,
volveremos a ser tú y yo.
Antonio José Royuela
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Hoy
Al despertarme hoy a tu lado
y contemplarte.
Antes de alejarme en la densidad
de la ciudad,
he comprendido la leyenda de la inmortalidad,
el porqué de las noches diferentes
en cada ciudad.
El sueño del niño y el rojo de las amapolas.
Hoy, durante la mañana de oficina,
esquivo como la piel de la puta
con su ropa en las noches de enero,
y añorándote en las balas
que dispara el deseo de volver pronto
a tu mirada, al vértigo de tu desnudo
y al eco de tus besos no robados.
Entiendo que la pasión entra en las palabras
como la luz por las ventanas.
Palabras llenas de pasión
que no dejan que tu recuerdo
se aparte de mi memoria.
Hoy, al café de media tarde,
entre el humo de unos cigarrillos,
donde tu sombra
se hace memoria de mi cuerpo
y tus manos arañan mi espalda,
he deseado cambiar el orden de las estaciones,
poseer el vuelo del cóndor,
escribirte este poema
como seña de nuestro amor,
donde nuestros cuerpos se hacen noche
y son envidiados por los desvanes.
Hoy salgo vestido de ti,
con mis amigos.
Los bares han cerrado ya
y por las aceras juego a perderme
donde sólo tú sabes encontrarme.
Hoy es mañana:
como la noche interrumpida,
como el reloj sin cuerda,
como el sueño roto que enlaza con otro nuevo,
como la película cortada en la escena del crimen.
Y te grito en el silencio de la distancia
con la intención de atraparte mañana.
Antonio José Royuela,
martes, 4 de noviembre de 2014
Te hallo y me pierdo
Te hallo
en los labios de la noche,
en la melaza de tus pezones,
en la querencia de tus oquedades
y en el buen hacer de tus manos
y me pierdo
en los besos ausentes
de una boca nómada,
en la sombra de unos turgentes
y distanciados senos,
o en el vaivén
de unas caderas infidentes.
Te hallo
en la batalla cuerpo a cuerpo
hecha cama y en tu gemir
cuando pides que azote tus nalgas
mientras la luz de tus ojos
solicitan continuidad en el movimiento
de nuestros torsos adheridos,
y me pierdo
en la orilla sin mar
que aleja tu espalda,
en la angustia de saberte acariciada
en el fuego de otro calendario
o en la imagen rota
de un despertar abrazado a tu ausencia.
En este círculo
de hallarte y perderme
es donde la necesidad de la certeza
es un cielo en aquelarre.
Antonio José Royuela
lunes, 3 de noviembre de 2014
Qué si soy mujer
Me preguntas qué si soy mujer.
Como si no hubiese dado muestras de ello.
Como si no bastara
equilibrar los delirantes acordes de tu caminar,
ser las cuatro patas de la mesa
sobre la que se come, se sueña y se llora,
sacar las plantas al balcón para que el dióxido
no perturbe tus comas.
Como si no hubiese sido suficiente
levantarme temprano todos los días,
recoger el ancla, limpiar la casa de agujas infectadas,
maquillar el desaliento de entre mis piernas
o tener siempre a mano la miel con limón
con la que lubricar nuestras gargantas dañadas
por el desorden de las palabras.
Te recuerdo parte del equipamiento de serie que llevo:
la orografía que levanta deseo de ser coloreada,
un obrador de vida,
la sinergia de milenios de las de mi especie,
el mejor manual de supervivencia que se conoce
y un libro de recetas sobre felicidad.
Que si soy mujer, me preguntas,
y te quedas tan pancho, ¡hombres ciegos!,
apresados en su propio bienestar.
Antonio José Royuela
domingo, 2 de noviembre de 2014
¡Estoy harta!
Estoy harta de tus besos que no
besan
harta de mendigar unas horas para
salir sola,
cansada de mirar el techo y
permanecer quieta
cuando buscas tu placer a toda
costa.
Cansada de tus abrazos de propina
fatigada de dormir siempre alerta
aterrada con los portazos que me
despiertan...
Abatida de ocultar mi mirada
delatora
ofuscada de censurar las palabras.
que sueñan
con salir a
gritos
de mi boca.
Avergonzada de esconderme de los
míos
para que no vean las huellas que me
dejas.
Hastiada de amoldarme a tus
caprichos,
ahíta de tus falsas excusas
cuando recurres a la humillación y
a la violencia.
Perturbada al
sentirme tan indefensa
asfixiada estoy de tu prepotencia,
que a todas horas me anula
me controla
me desespera.
Pero a pesar del miedo
no has logrado arrebatar toda mi
fuerza.
Introduzco mi vida en una maleta
y con mano firme,
abro la puerta.
Silvia Cuevas-Morales
sábado, 1 de noviembre de 2014
Anoche nos amamos
Eran tus labios prohibidos
Era mi lengua atrevida
Eran mis senos ansiosos
Eran tus dientes rapaces
Era tu vientre cálido
Era mi mejilla en tu regazo
Eran mis muslos firmes
Eran tus manos suaves
Era tu sexo ardiente
Era mi boca ávida
Era mi grito desesperado
Era tu orgasmo liberado
En diferentes lechos
A miles de kilómetros
Anoche...
nos amamos
Silvia Cuevas-Morales
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