Al despertarme hoy a tu lado
y contemplarte.
Antes de alejarme en la densidad
de la ciudad,
he comprendido la leyenda de la inmortalidad,
el porqué de las noches diferentes
en cada ciudad.
El sueño del niño y el rojo de las amapolas.
Hoy, durante la mañana de oficina,
esquivo como la piel de la puta
con su ropa en las noches de enero,
y añorándote en las balas
que dispara el deseo de volver pronto
a tu mirada, al vértigo de tu desnudo
y al eco de tus besos no robados.
Entiendo que la pasión entra en las palabras
como la luz por las ventanas.
Palabras llenas de pasión
que no dejan que tu recuerdo
se aparte de mi memoria.
Hoy, al café de media tarde,
entre el humo de unos cigarrillos,
donde tu sombra
se hace memoria de mi cuerpo
y tus manos arañan mi espalda,
he deseado cambiar el orden de las estaciones,
poseer el vuelo del cóndor,
escribirte este poema
como seña de nuestro amor,
donde nuestros cuerpos se hacen noche
y son envidiados por los desvanes.
Hoy salgo vestido de ti,
con mis amigos.
Los bares han cerrado ya
y por las aceras juego a perderme
donde sólo tú sabes encontrarme.
Hoy es mañana:
como la noche interrumpida,
como el reloj sin cuerda,
como el sueño roto que enlaza con otro nuevo,
como la película cortada en la escena del crimen.
Y te grito en el silencio de la distancia
con la intención de atraparte mañana.
Antonio José Royuela,
No hay comentarios:
Publicar un comentario