Desflorando la rosa de los tiempos,
el antes y el después son imprecisos,
sólo queda rellenar de ardor y miedo antiguo
el efímero peso del relámpago.
Afinar el espíritu a una música
mientras cruza la imagen vaga de algún verso.
Qué importa que el ángulo del arpa
se duerma en el rincón oscuro.
Mañana lloraré, si así conviene, pero ahora
dejadme oír, cara a las sombras,
esa traza de azul que se infiltra entre las prisas.
Octavio Fernández Zotes
2 comentarios:
Gracias, Fernando. Un abrazo.
Leer a Octavio, es un verdadero placer. Lo conocí personalmente hará unos 5 años, y guardo un grato recuerdo de él.
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