viernes, 7 de noviembre de 2014

Última voluntad




De ciertos paisajes

atesoro su naturaleza salvaje,

el dibujo de sus cuerpos desnudos en mis pupilas,

y el marco de mis manos

como criaturas intrusas

adaptándose a los requerimientos de la piel.



A ellos

les debo el gusto

de ascender por los recios soportes

de unos muslos hasta el pubis

en el titilar de la vorágine,

como si de un arquitecto se tratara,

o de explorar desde mis labios

la lenta supuración de los senos

en el huracán que crece cerril

bajo la sumisión carnal que ello conlleva.



Así, cuando los vestigios de ese lenguaje

regresan a mi memoria,

me invade la nostalgia

de haber profundizado hasta límites

donde lo prohibido estaba exento de culpabilidad alguna,

como al leer una carta de un amor antiguo,

sabiendo que ya no te ama.



Y es entonces

cuando mi última voluntad

trata de encontrar un nuevo paisaje

en aquellas ventanas donde vislumbro

un haz de luz.


Antonio José Royuela


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