Dónde nacen las siluetas cada mañana, que en un rincón,
en una sola esquina, la ciudad se hace campo,
y un hilo rojo nos recorre a todos,
cubierto de miradas que nos resultan extrañas.
El caso es que hay un hilo que huelo
que enreda la ciudad hasta convertirla en huella,
y yo dejo que me guíe y me lleve a mundos extraños
donde el sol quema tanto como enfría
en busca de la verdad perfecta,
de la excusa tamizada que nos permitirá vivir otro amanecer,
allí donde el hilo nos sujeta y nos hiere
como un padre enseñando a su hijo a montar en bicicleta,
inventando nuevos cuentos cada noche
para que durmamos en el sueño de un amor
que siempre será, incluso cuando no exista.
David Lorenzo Cardiel
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