Un viento de terciopelo que se levanta
con una suave melancolía de luz,
alto hacia las nubes, enrizándose la arena,
que se eleva desde el Cantábrico
abriendo la playa hacia el Bidasoa,
y los barcos que se abren paso
en un mar que llueve sombras,
mientras las olas van cogiendo forma
talladas por los bañistas que corren al paseo,
se recogen las ropas y se tapan
el rostro ante la espontaneidad de la vida.
Y luego una neblina que viene de Hendaya
como una tribulación inevitable,
y cae la lluvia y con ella
las gaviotas vuelven a gobernar el mar.
David Lorenzo Cardiel
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