Te hallo
en los labios de la noche,
en la melaza de tus pezones,
en la querencia de tus oquedades
y en el buen hacer de tus manos
y me pierdo
en los besos ausentes
de una boca nómada,
en la sombra de unos turgentes
y distanciados senos,
o en el vaivén
de unas caderas infidentes.
Te hallo
en la batalla cuerpo a cuerpo
hecha cama y en tu gemir
cuando pides que azote tus nalgas
mientras la luz de tus ojos
solicitan continuidad en el movimiento
de nuestros torsos adheridos,
y me pierdo
en la orilla sin mar
que aleja tu espalda,
en la angustia de saberte acariciada
en el fuego de otro calendario
o en la imagen rota
de un despertar abrazado a tu ausencia.
En este círculo
de hallarte y perderme
es donde la necesidad de la certeza
es un cielo en aquelarre.
Antonio José Royuela
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