La gente está empecinada con la recuperación.
Los periódicos dicen que la economía irá en alza el próximo trimestre.
Que el fútbol también va en alza,
que ya somos la mitad de nosotros creyentes del balón,
que los divorcios aumentan,
que se ama menos,
que la luna desciende,
que cada vez hay menos bosques,
que ya no hay ricos ni pobres con escrúpulos,
que los filósofos languidecen,
que más vale que logremos producir oxígeno en Marte
porque de aquí a cien años nos morimos todos,
literalmente,
nos morimos de sueño y luego nos morimos de verdad,
que es como se muere la gente viva,
porque lo de viajar a cuatro años luz lo tenemos jodido
y sabemos que no llegamos,
porque somos unos necios con cosas feas en las manos
que pueden matarlo todo y acabar con el tiempo mismo.
Con lo fácil que es reconocer que todo va a ir a peor,
que la redención no cae del cielo,
que las nubes pueden ser de azufre
y sin embargo todavía nos llueve agua,
que aún podemos cagarla un poco menos,
amar una miaja más,
leer más ensayos, escribir los nuestros luego,
dejar de prender fuego los árboles,
creer en Dios, o en nuestra fuerza,
y echar los balones fuera, ser conscientes de lo que es nuestro.
Y dejarnos de recuperaciones,
porque nadie se recupera después de un duro golpe:
se vive, se levanta la cabeza,
se hunde de nuevo en el lodo,
nos modelamos en otros nuevos,
pero como antes no, nada se recupera,
pero todo podemos volver a perderlo.
David Lorenzo Cardiel
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