Te busco como a la parte fresca de la almohada
al primer sorbo de café
igual que a tu cariño, mi alimento,
déjame que te cuente madrugada,
en el cobijo de un clítoris deshojado
impaciente, húmedo,
entre senos que se adelantan
por piel que espera un zarpazo fiero
bajo lengua que despierta y repta y cubre,
déjame que te cuente madrugada,
que lo haga sin saberlo
y te sienta como luz de lámpara de aceite sedosa y caliente.
Francisco Carrascal,
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