Al final solo sobrevive la piedra
el vuelo del elanio en el Guadiamar
la huella de un mamífero desconocido en Despeñaperros.
Sobrevive la cueva que construye el viento
en la pared de Cádiz,
el calor donado por el sol en el charco del centro de Córdoba
chocolate en la esquina de Bruselas.
Sobrevive la ropa de colores tendida en los balcones de las calles
más tristes de Lisboa,
el aleteo de la paloma que entra en la pastelería
de Coimbra,
un dolor en Carmona
una caída de ojos con promesa en Madrid.
Sobrevive una media sonrisa disuelta en una tetería de Sevilla
llovizna en Amsterdam
el olor a la sal del aire en el Estrecho
una mañana, muy temprano, en Huelva
un tiempo detenido en Brujas
el sabor perfecto de unos trozos de atún en Tarifa.
Desde lejos sobrevive el azul cobalto del agua de Cabo de Gata
miles de flamencos sobre Doñana.
Al final, solo sobrevive el piélago
y la palabra.
Francisco Carrascal
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