Un llanto a través
la sonrisa turbia
con los andrajos puestos.
Ya sé que estás aquí
y no deseo tu nombre
ya sé que la muerte sólo es un cóncavo espejo
y tu presencia es yerma
como siempre fue mi cordura.
No sembraré la pena para recuperarte,
si lo hago
solo conseguiré alzar el muro
lo imposible del encuentro.
Ahora
es el momento de arar la piel
para recoger los frutos.
Francisco Carrascal
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