Y un día, ella salió a la calle buscando una respuesta,
y pensó que las preguntas caerían solas,
y se paró de espaldas a los escaparates,
gritando que el mundo estaba loco.
Y Coral miró a la gente,
y poniendo su dedo índice en la sien,
provocó una marabunta de risas,
y quisieron lapidarla.
Pero ella supo que el mundo giraba
en el sentido inverso a sus necesidades,
y que amaba sin respuesta a sus semejantes,
enfermos de materialismo y decadencia.
Y recorrió las calles alimentando perros,
le atusó los bigotes al miedo,
y acariciando el lomo de la luna,
se fue con el girar del viento.
Coral González
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