Está claro que no soy François Hollande. Los supermercados BIO me ponen triste. Quisiera hacerme un tatuaje, pero lloro cuando me pinchan. Aunque la enfermera sea guapa. No me acuerdo de lo que sueño por las noches. A menudo, imagino cómo sería mi vida si fuera obesa, puta o yonqui. O todo a la vez. He hecho ballet clásico. Judo. Solfeo. Baloncesto. Pilates. Tirolina. Y un ángel bordado en punto de cruz. No descarto convertirme al islam por amor, algún día. Tengo alergia al polen. Me compraría antes un acuario que un gato. Es verdad que la gente folla igual que come. Me dan rabia los diminutivos. Visité las tumbas de Machado, Proust, Cortázar. Espero no palmarla de un cáncer. Espero no palmarla sin haber dado la vuelta al mundo. Se me dan fatal los bolos. Tengo debilidad por las chicas que trabajan en ferreterías. Me divierten las revistas de cotilleos. Con diez años, jugando a los médicos debajo de un árbol, me tragué una oruga. Nunca he copiado en un examen. Nina Bouraoui escribió una novela que ya no quiero terminar de leer. Los domingos, escucho Radio Nacional y apunto recetas de bizcochos. Todas las plantas se me mueren. Salí algún tiempo con un heavy. También con un neonazi. He perdido dinero jugando al Blackjack en un casino. No plancho mi ropa. No como carne roja. No doy limosna a los mendigos. Soy incapaz de hacer el pino. En el otoño de 2006, llevaba el pelo largo y recité versos de Valéry en el puerto de Sète. Odio los chándales. Odio la bandera de mi país. Stendhal me aburre. Me canto nanas a mí misma cuando no puedo dormir. Creo que las pelirrojas son crueles. Que yo sepa, nunca le he salvado la vida a nadie. Estuve enamorada en secreto de mi profesora de francés. Escribo libros que mis amigos no leen. Suelo perder las llaves de todos mis diarios y encontrarlas años después. No celebro San Valentín. Me da risa la música country. Me da escalofríos imaginarme embarazada. He tomado pastillas. Me pregunto si las hadas existen. Me pregunto si soy buena profesora. Si soy buena, sin más. Les he pedido milagros a santos en los que no creo. Ojalá supiera pintar. Dice mi madre que soy una manirrota. Cuando estaba en el instituto, llevé durante una época camisas de chico y pantalones de camuflaje. Pienso constantemente en comida. Me gustaría asistir a un rodeo. Descubrí hace poco que puedo ser celosa. Mi plan B sigue siendo hacerme policía. Recuerdo perfectamente la primera película que vi en el cine. Recuerdo perfectamente las manos de todas las personas con las que he dormido. En el verano de 1992, sospechaba que mis vecinos eran vampiros y estuve con mi hermana en el Estadio Olímpico de Barcelona viendo a Rebollo encender el pebetero con su arco. Mi récord sin ducharme está en cuatro días. Ya no me siento capaz de traducir a Homero. Colecciono graffitis. A veces, me sorprende tanto que me quieran.
Martha Asunción Alonso
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