Escribir un poema como quien
redacta la lista de la compra,
detallando con exactitud
los artículos que el cuerpo
y la mente precisan
sin más peligro que el de elevar
de forma transitoria
la tensión y la autoestima.
Escribir de forma serena,
como quien cultiva una afición
absorbente e inofensiva
o practica un deporte por placer,
con su dosis de calculado riesgo
en dilución breve y homeopática.
Desterrar del diccionario
palabras terminales como
angustia,
pasión,
infierno,
condena,
lamento,
tortura.
Escribir, por fin, levantada del suelo,
sin desangrarme en el callejón
de una estrofa ni arañarme la piel
con la arista de un verso.
Como en este poema,
sin ir más lejos.
Quién dice que un día
no lo consigo.
Como en este poema,
sin ir más lejos.
Quién dice que un día
no lo consigo.
Lidia Li
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