Juan y el miedo a morir.
Juan y el miedo a estar solo,
sin nadie que le cuide.
Y a estar sucio, a que Francia
le hubiera vuelto un hombre
de corazón manchado para
siempre.
Juan y las lágrimas.
Juan y los puños apretados;
los golpes en la ventanilla de
aquel taxi
que nos llevaba a Rusia, o aún
peor:
a un mundo sin terrones de
azúcar
italianos. Juan.
Mi amigo Juan Mazzoni,
sus pupilas enormes y su dolor
enorme,
tan lejos de su escuela.
Juan y su madre.
Juan y la música muy alta,
inapropiada.
Las ganas de quedarse sin oídos.
El pasaporte, y Juan.
Juan y aquellas lámparas de
Ikea,
baratas, horrorosas.
Juan y los dientes,
los mordiscos, la fe en la
Coca-Cola.
Juan. Mi amigo Juan Mazzoni.
Y mi temor de no saber cuidarlo,
de que Francia me hubiera vuelto
huraña.
Nuestro miedo a morir.
Martha Asunción Alonso
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