Nunca pretendí ser una princesa
de los cuentos de Disney,
me conformé con ser Wendy
del país que habitabas:
el de nunca jamás.
Todo sucedió en París.
Aquella noche a tu lado encontré
la melodía perfecta en tus palabras
mientras me susurrabas al oído
tejiendo poemas hilados
que hablaban de amor.
Mi deseo jamás fue ser
la gran dama de tu nobleza,
tan sólo el manto aterciopelado
que algún día cubriera tu vida.
Y volé a tu lado,
volé sin miedo,
volé despacio,
volé sin freno.
Hoy camino trastornada y sin rumbo
por el laberinto que tu vida selló,
y, desnuda me reflejo en las aguas
de ese río por el que me dejo llevar.
Campanilla del Sena me llaman,
y, vomito rabia y soledad
en los espacios
deshabitados de mi cuerpo.
Y...
Sigo volando,
llorando,
vuelo entre estiércol
arrastrada por tu viento.
Y...
Siempre nos quedará París
mi amado Peter Pan, o un
"nunca jamás"
para cuando regreses.
María Ángeles Ibernón
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