En realidad y si lo pensamos bien,
no habría nada más que escribir
porque todo ha sido ya dicho
a través de los tiempos
en mil maneras distintas,
algunas de ellas insuperables en
verdad,
belleza,
profundidad.
A pesar de la evidencia,
algunos persistimos en ese loco afán
de querer nombrar y explicar
el mundo como si se tratase
de la primera vez.
Ignoro a qué responde esa necesidad.
Quizá se trate de algún
síndrome de Adán literario
que heredamos junto a la sangre
y el miedo y los sueños y el hambre;
una tara compulsiva y locuaz.
Y yo, maldita sea, he vuelto
a caer ahora mismo en ese
pecado tan poco original.
Lidia Li
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