Las caricias son la mejor medicina,
te dicen algunos. Lo que no te dicen
es que también generan adicción.
Cuando termines tu última dosis
prepárate para enfrentarte
al peor síndrome de abstinencia
de tu vida, con la piel erizada
por las agujas del miedo
y arrumbado en el callejón
sin salida del desamor.
Y ni Dios podrá echarte
una mano.
Léete bien el prospecto.
Lidia Li
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