martes, 31 de marzo de 2009

AUSENCIA




Apenas te he dejado,
vas en mí, cristalina
o temblorosa,
o inquieta, herida por mí mismo
o colmada de amor, como cuando tus ojos
se cierran sobre el don de la vida
que sin cesar te entrego.

Amor mío
nos hemos encontrado
sedientos y nos hemos
bebido toda el agua y la sangre,
nos encontramos
con hambre
y nos mordimos
como el fuego muerde,
dejándonos heridas.

Pero espérame,
guárdame tu dulzura.
Yo te daré también
una rosa.



Pablo Neruda


lunes, 30 de marzo de 2009

SE DESCOLGÓ EL SILENCIO




Se descolgó el silencio,
sus atroces membranas desplegadas como las de un murciélago anterior al diluvio,
su canto como el cuervo de la negación.
Tu boca ya no acierta su alimento.
Se te desencajaron las mandíbulas
igual que las mitades de una cápsula inepta para encerrar la almendra del destino.
Tu lengua es el Sahara retraído en penumbra.
Tus ojos no interrogan las vanas ecuaciones de cosas y de rostros.
Dejaron de copiar con lentejuelas amarillas los fugaces modelos de este mundo.
Son apenas dos pozos de opalina hasta el fin donde se ahoga el tiempo.
Tu cuerpo es una rígida armadura sin nadie,
sin más peso que la luz que lo borra y lo amortaja en lágrimas.
Tus uñas desasidas de la inasible salvación
recorren desgarradoramente el reverso impensable,
el cordaje de un éxodo infinito en su acorde final.
Tu piel es una mancha de carbón sofocado que atraviesa la estera de los días.
Tu muerte fue tan sólo un pequeño rumor de mata que se arranca
y después ya no estabas.
Te desertó la tarde;
te arrojó como escoria a la otra orilla,
debajo de una mesa innominada, muda, extrañamente impenetrable,
allí, junto a los desamparados desperdicios,
los torpes inventarios de una casa que rueda hacia el poniente,
que oscila, que se cae,
que se convierte en nube.



Olga Orozco


sábado, 28 de marzo de 2009

La noche




La noche, navegando
como ayer,
como siempre,
por aguas de silencio,
de calma,
de misterio,
Y el campo, las ciudades,
los árboles,
lo inmóvil,
rodando por el aire,
como ayer,
como siempre,
a miles de kilómetros,
hacia el sol,
hacia el día,
para seguir de nuevo,
sin descanso,
sin tregua,
el mismo derrotero
de oscuridad,
de estrellas.

¡Qué motivo de asombro!
¡Cuánta monotonía!


Oliverio Girondo


viernes, 27 de marzo de 2009

Por qué pintarse las uñas si paseas con los puños apretados




Me he acordado de que estamos de paso.
Y de repente he desatado el nudo de lo supuestamente
mío.
Las seguridades perdidas han salido disparadas
como un globo de feria hacia las nubes.
Ya no me enfado. No tengo prisa.
Sé de mi parentesco con la hoja de otoño.
Pero no por la estación de la melancolía,
porque vuela. Sólo es eso.
La vida es lo que te viene a la mente
en la antesala de cada despedida.
No sé si están solos los muertos
ni si cabe más soledad que la de este viaje.
Ni importa.
Por qué pintarse las uñas si paseas
con los puños apretados.


Carlota Ex-nihilo


jueves, 26 de marzo de 2009

A VECES




Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
¡no pasa nada!
Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
"Lo digo y no me corro".
Pero él disimulaba.



Ángel González


miércoles, 25 de marzo de 2009

Ahuyentemos el tiempo, amor




Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés
me hace sentirme a veces
como una leona herida
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.


Gioconda Belli


martes, 24 de marzo de 2009

A MANO AMADA




A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.

Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
la memoria.



Ángel González


lunes, 23 de marzo de 2009

AHÍ MISMO




Te he conocido por la luz de ahora,
tan silenciosa y limpia,
al entrar en tu cuerpo, en su secreto,
en la caverna que es altar y arcilla,
y erosión.
Me modela la niebla redentora, el humo ciego
ahí, donde nada oscurece.
Qué trasparencia ahí dentro,
luz de abril,
en este cáliz que es cal y granito,
mármol, sílice yagua. Ahí, en el sexo,
donde la arena niña, tan desnuda,
donde las grietas, donde los estratos,
el relieve calcáreo,
los labios crudos, tan arrasadores
como el cierzo, que antes era brisa,
ahí, en el pulso seco, en la celda del sueño,
en la hoja trémula
iluminada y traspasada a fondo
por la pureza de la amanecida.
Donde se besa a oscuras,
a ciegas, como besan los niños,
bajo la honda ternura de esta bóveda,
de esta caverna abierta al resplandor
donde te doy mi vida.
Ahí mismo: en la oscura
inocencia.



Claudio Rodríguez


domingo, 22 de marzo de 2009

LA SOLEDAD II





Vendrá.
Vendrá.
Lo ha escrito.
Ya pasó una semana.
Viene desde muy lejos…
De allá del norte… En tren…
Casi dos mil kilómetros…
Muy lejos… Malos trenes…
Y el calor… Y el polvo
que entra por todas partes…
La casa está ya lista: una paloma blanca
de cal pura… Lucientes,
más brillantes que el oro,
la sartén, el perol, la cacerola… Y luego,
la cama grande, grande… cubierta de una colcha
de colores, con pájaros…
Pero muchos kilómetros sin nadie… Eso me han
dicho…
Y el calor… Y el polvo…
Tendrá sed… Aquí, el agua
no falta casi nunca… Va a gustarle esto mucho…
Poco trabajo para ella… Yo
lo haré todo. Soy fuerte todavía…
¿Ella? Bueno. Veremos.
Es mi mujer… no quiero que se canse.
"Trae aquí esos tomates... Mira, aquéllos de allá,
tan colorados…" Nunca los ha visto.
Dirá que no… "¿Lechugas como éstas,
tan blancas? ¿Y los rábanos? ¡tampoco!
Vamos, mujer… Te esperan las gallinas…
¿Qué más quieres? El postre
ahí lo tienes colgado del ciruelo.
Extiende el delantal y sacude una rama…"
ya es muy tarde. Le tomo la cintura…
Se sonríe… ¡Qué hermosa!
Apagamos la luz…
Así. ¡Cuántos kilómetros!
Hoy es miércoles ya… Vendrá esta noche.



Rafael Alberti


sábado, 21 de marzo de 2009

Y ERES COMO UN PRETEXTO




Y eres como un pretexto para que yo medite
y yo soy un pretexto de pena que te infieres,
y en medio esa tristeza de hombres y de mujeres
que es casi todo cuanto la vida nos permite;

pero tú y yo sabemos que cuando el mar se irrite,
de toda esta comedia poblada de alfileres
quedará la leyenda pequeña de dos seres
que se amaron, aunque ello jamás nos resucite;

ahora estamos logrando la imperfección, mañana
seremos el perfecto sollozo planetario,
el no ser y el no amar y el no temer, hermana;

vivir es componer una música muerta,
pero llevarle flores, rezarle así, a diario,
quizá equivalga a oírla, como si fuera cierta.



Félix Grande


jueves, 19 de marzo de 2009

Faros en la noche



Intento seducirte en el pasado.
Las manos al volante y esta luz
de club nocturno del tablier me dejan
-fantasía invernal- bailar contigo.
Detrás de mí, igual que un gran camión,
el mañana hace ráfagas de luces.
No lo conduce nadie y me adelanta,
pero ahora tú y yo viajamos juntos
y el coche puede ser el dos caballos
de los años sesenta hacia París.
"Je ne regrette rien" canta Edith Piaf.
Bajo la ventanilla, entra la noche
fria de la autopista, y el pasado
se aproxima de cara, velozmente:
cruza y me ciega sin bajar las luces.


Joan Margarit


miércoles, 18 de marzo de 2009

ÍNTIMA




Íntima: ya conoces mi corazón, conoces
la solvencia que tiene mi andrajosa tristeza.
ya sabes la semilla que habita en mi cabeza
plagada de cizañas, de sequías y de hoces;

cálida: ya has bebido mis alcoholes feroces,
ya has fijado a tu dulce sumisa fortaleza
el yugo de mi vida perdida, en donde empieza
un abismo nocturno de pasos y de voces;

mágica: ya has resuelto mi instinto de venganza
en esta tarea lenta de amar, más que esperanza,
desde la que recibo mi reposo profundo;

trágica: ya has caído, besándolo, al contagio,
ya has heredado el hosco clamor de mi naufragio,
ya te arrastra la enorme velocidad del mundo.



Félix Grande


martes, 17 de marzo de 2009

Dos poemas de Ángel Guinda




NO



Soy un claro interior, el porvenir
de una puerta que siempre está atrancada.
La trampa de vivir y ver morir.

Contra la destrucción de la conciencia
bramo, reviento, clavo en Dios los codos.
Soy un zarpazo roto de paciencia.

Una luz que, arañando los escombros,
borra la niebla y sigue hacia adelante.
Un hombre con la sombra hasta los hombros.

Como hambre y bebo sed con todos
los condenados a escarbar la nada.
Esto no es un poema, es un desplante.

Profundamente grito un no rotundo.
Yo no quiero vivir en este mundo.




CAJAS



Lo diría una indígena y tendría razón.
“Ustedes tienen la vida organizada en cajas.
Nacen y les dejan en una cajita,
su casa es una caja, y las habitaciones
son cajas más pequeñas.
Suben a la casa en una caja,
bajan a la calle en una caja.
Viajan en una caja.
Duermen y hacen el amor sobre una caja.
A través de una caja ven el mundo.
Cambian de casa: lo meten todo en cajas.
Y cuando mueren
les introducen también en una caja.
Los Bancos y las Cajas tienen caja,
los establecimientos tienen y hacen caja.
Todo está hecho para que encajemos.
Nos encajan la vida.
Algunos no encajamos, y nos desencajamos.



Ángel Guinda


domingo, 15 de marzo de 2009

HISTORIA DE LABIOS




Adolescentes perdidos en sus tímidas locuras,
hacen hoy temblar el aire con su grito
llegado del cosmos sombrío,
donde el astrólogo lee los enigmas del azar.
Siempre los labios, desde hace milenios,
dicen alcanzar las estrellas y sus números;
lo dicen desde el enorme edificio de la razón
y, sin embargo, siguen buscando a los dioses.

Esos labios tuyos dormidos,
de la adolescencia prendidos un día,
deben despertar a la vida de los sentidos,
erguirse para besar a los vivos.

Que la esfinge prosiga su hierático destino,
que permanezca dormida Kéops,
Nereo en su cueva marina,
Delfos adherido a su Pitón,
ciego Tiresias en el Hades...

Yo quiero
tus labios, tus labios vivos...



Manuel Martínez Forega


sábado, 14 de marzo de 2009

viernes, 13 de marzo de 2009

VUELO SIN ORILLAS




Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas
los rumores cansados,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestable riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo flúido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.



Oliverio Girondo


jueves, 12 de marzo de 2009

Tierra sin nosotros




Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.

Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!

Ramos frescos de espuma... Barcas
soñolientas y vagas... Niños
rebañando la miel poniente
del sol... ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo...! Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.

¡Y que ahora tenga que dejarte
para emprender otro camino!...

Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.


José Hierro


miércoles, 11 de marzo de 2009

CANCIÓN 19 HORAS




¿Quién habla del amor? Yo tengo frío
y quiero ser diciembre.

Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Yo quiero ser diciembre.

Dormir
en la noche sin vida,
en la vida sin sueños,
en los tranquilizados sueños que desembocan
al río del olvido.

Hay ciudades que son fotografías
nocturnas de ciudades.
Yo quiero ser diciembre.

Para vivir al norte de un amor sucedido,
bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo,
yo quiero ser diciembre.

Como el cadáver blanco de los ríos,
como los minerales del invierno,
yo quiero ser diciembre.



Luis García Montero


martes, 10 de marzo de 2009

Caramelos ácidos por todas partes...





Caramelos ácidos por todas partes, piruletas de niñas mayores

y la lengua de uno de aquellos hombres insaciables

ofreciéndome un pastilla de los deseos en su punta

como esa escena de Ghost en la que el muerto eleva una moneda en el aire

con su dedo índice como medida de existencia.

Aquel verano estaban de moda las sonrisas y las mariposas,

así las llamaban.

La hija del hombre dijo no

pero besó su lengua atormentada algunos días más tarde,

como si fuera a curarle la vida al cadáver de un sueño,

al presagio de un sueño en otro cuerpo.

Y todos me vieron tragándome la muerte, cavando mi propia tumba,

dejando atrás las confesiones, los rosarios

y la comunión que emprendimos hace siglos.



Pero ya estaba sucia de aquella lengua mucho antes de emborracharme con los restos

de algún insecto o alguna boca alegre y química.

Olvidó que yo estaba viva y me sostuvo entre sus brazos como su tuviera fuerza

y yo vi el mundo, y vi venir la lluvia,

y vi caer las lágrimas con indiferencia y granizo a gran velocidad,

speed en las montañas como nieve y olvido

y no intuimos la piedad capaz de salvarnos a todos,

y no quiero esto, yo no quiero esto, me dije,

soy alérgica al polvo, al polvo y a la lluvia

y a ti qué.



La hija del hombre emprendió su vuelo,

elevada con polvo de hadas,

con polvos mágicos; soy alérgica al polvo...

qué polvo quieres tú.



Cuando se olvidó de aquella noche pasaron tantas otras hechas de tentación y vértigo,

un acantilado de oscuridad y acaso cuatro tipos desnudos con las manos llenas

de cuyos dedos se dejaba caer el vacío a gramos y cápsulas.



Quedé con mi tristeza bebiéndome la lluvia.

Era domingo

y comulgué por enésima vez.



Almudena Vidorreta


domingo, 8 de marzo de 2009

APARICIÓN URBANA




¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.


Oliverio Girondo


sábado, 7 de marzo de 2009

Ventajas del desarraigo temprano




Ventajas del desarraigo temprano
este no serme extranjera
_para ellos, sí,
lo soy,
los ellos de todas las tierras_,
este asimilarme a toda piedra,
todo acento,
toda lluvia
este alejarme sin moverme de mí,
acercarme luego y abandonarme la piel
sin apenas
echarme de menos.




Brenda Ascoz


jueves, 5 de marzo de 2009

Yo estaré sentada...



Yo estaré sentada en lo alto de un rascacielos
con las piernas colgando
mirando cómo os dejáis llevar por el miedo y la fiebre.
Habremos rezado día y noche a cambio de ser otro,
de lograr convertirnos en algún ser anfibio no descubirto
preparados para resistir bajo las aguas y no despertar sospecha alguna.


Lluvia ácida, gotas de limón y nubes cítricas
desprenderán el veneno definitivo sobre todos vosotros
y los dioses se reirán a carcajadas.
Jenny Lee en el tocador de vuestros mares cepillará su pelo,
se dará polvos de arroz en las mejillas
y sacará de los océanos los mascarones de proa
que nacieron con su rostro y con sus manos.
No comprenderéis cuánto se alegrará de volver
así como no comprendéis por qué os digo todo esto.
Marylin la mirará embelesada
y querrá envenenar las manzanas transgénicas
para volver a ser la más hermosa del Reino
pero nadie la ayudará a sacudir los árboles que queden en pie a esas alturas.


Sonará la música de los hambrientos entre la multitud
cuando no quede ni rastro de vuestros suburbios y caminos.
El maquillaje de las maniquís enfermas
estará al alcance de cualquier alma
con afán irrefrenable por ser otro.
Tocadas las siete trompetas
no habrá pin-up capaz de entonar vuestro himno:
se escribirán canciones nuevas y poemas nuevos
sobre la faz de la tierra y los reflejos del océano.

Días de lluvia están por llegar
pero sólo algunos podrán contarlo.



Almudena Vidorreta



miércoles, 4 de marzo de 2009

AMOR DE TARDE




Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.



Mario Benedetti


domingo, 1 de marzo de 2009

MACDONALD'S




Estoy en el MacDonald's de la Plaza de España de Zaragoza,
haciendo la cola gigantesca,
con los ojos clavados en los carteles de los precios,
el dinero justo en la mano derecha,
billetes arrugados.

Estoy ahora en el piso subterráneo, arriba fue imposible.
Estoy sentado al lado de un niño negro que tiene en su mano
una patata amarilla untada de ketchup muy rojo:
Santísima bandera del otro mundo, el niño negro que resplandece,
mi hermano ciego.
El niño está solo, no bebe,
no le llega para la Cocacola, sólo patatas.
Sólo patatas, sólo patatas, esa desgracia,
esa soledad idéntica a la mía,
¿no lo entiendes?, sólo le llega para las patatas,
y está sentado, quieto,
en su trono, la negritud y el niño,
en el trono, allá, allá, en ese trono radiante.

MacDonald's siempre está lleno.
Es el mejor restaurante de Zaragoza,
una alegría despedazada nos despedaza el corazón:
Por tres euros te llenan de cajas, de vasos de plástico, de bolsas,
de pajitas, de bandejas.
Es el mejor restaurante del mundo. Es un restaurante comunista.
Rumanos, negros, chilenos, polacos, cubanos, yo mismo,
aquí estamos, abajo, al lado de un muñeco,
al lado de un cartel que dice "I'm lovin' it". Tengo una bota encima de un charco
de un helado de nata deshecho. Miro la nata comerse el tacón de mi bota.
Una nata blanca, despedazada.
Arde el sol sin tiempo, bulle la mano sucia.

A mi lado, una niña de veinte años le dice a un tío de diecisiete
que no le importaría hacérselo con él. Con él, con él, un eco negro.
Y ríen y tragan patatas fritas.
Y yo trago patatas fritas.
Y dos maricas enfrente comiéndose la misma hamburguesa goteante,
cada boca en un extremo, y se manchan y se muerden.
Y tragan patatas fritas. Y se besan. Y se tocan. Y se despedazan.

En Londres, en París, en Buenos Aires,
en Moscú, en Tokio,
en Ciudad del Cabo, en Tucson, en Praga,
en Pekín, en Gijón,
somos millones, la tarde harapienta,
el dolor en el cerebro, la comida,
millones en miles de subterráneos esparcidos
por la gran tierra de los hombres.

Estoy en paz aquí con todo: barata la carne, barata la vida, baratas las patatas.
Me siento Lenin. Soy Lenin, el marica inusitado,
el gran hereje, el loco supremo,
el hijo de la última mano miserable que tocó
el monstruoso corazón del cielo.
Si Lenin volviera, MacDonald's sería el sitio,
el palacio sin luna,
el gueto de las reuniones clandestinas.

Algo importante está sucediendo
en este subterráneo del MacDonald's
de la Plaza de España de Zaragoza, pero no sé qué es. No lo sé.
De un momento a otro, vamos a arañar la felicidad:
el niño negro, los novios, el muñeco, la nata del suelo, mis botas.
Botas nuevas, de piel brillante, con la punta afilada en señal de muerte.
En MacDonald's, allí, allí estamos.
Carne abundante por tres euros.


Manuel Vilas