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domingo, 23 de enero de 2011

Para mí no habrá octubres...




Para mí no habrá octubres con su luz de oro y cobre,
ni habrá crueles abriles, ni noviembres de bruma.

Se apagará mi sombra, se morirán mis muertos,
se quebrarán mis juncos.
Se borrará mi nombre de todas las memorias.

Y tenderé mi alma en un balcón de invierno,
y lloraré mi llanto hasta quedarme seca.

Para mí no habrá octubres, ni abriles, ni noviembres...
No quedan calendarios que soporten mi pena.

La pena de los meses, por siempre inacabados,
que, por más que me empeñe, ya no habré de vivir.


Marisa de la Peña


sábado, 22 de enero de 2011

La oscura cabellera del deseo




La oscura cabellera del deseo
me envolvió en su perfume.
Me embriagó de sabores imposibles
y me enseñó un oculto pasadizo.


Y al hundirme en tus ojos infinitos,
todo el misterio del océano
se resolvió en espuma.
En tus trémulas manos
sostenías el mundo,
y entregabas entera
tu boca de oficiante
oscura y prometeica.

Nos amamos despacio
en un rito silente,
y todo cuanto era
se paró en ese instante.

Dejó de ser, por un breve segundo,
calma total, nocturna indiferencia.
Y estábamos allí,
solos, nosotros mismos.
Parte toda del otro, indivisibles.


Marisa de la Peña


viernes, 21 de enero de 2011

Nada es perfecto, tan sólo el silencio.




Nada es perfecto, tan sólo el silencio.
Esa sima infinita que me espera,
esa imposible grieta,
esa oscura oquedad que me reclama.

El silencio es azul,
agua dormida en estanques del alma.

El silencio nos habla
con el rumor del viento,
con la caricia suave de las olas-
esa caricia siempre repetida-



Descifrar el silencio,
reconocerlo en medio
de las palabras huecas,
escondido
tras la sonrisa tímida o la mirada esquiva.


No hay más voz que el silencio
cuando todo se aplaca,
y los dioses se sientan
en el filo desnudo de la luna
y dejan que la brisa,
desordene ,sin pudor, sus cabelleras.



Marisa de la Peña


jueves, 20 de enero de 2011

Las hojas de mi otoño...




Las hojas de mi otoño envenenado
cayeron, lentamente, en el asfalto.

Yo me senté a esperar,
vestida de silencios.

Luego pasaron trenes
con incierto destino.

Yo desaté la trenza de mi llanto
y tú, te deshiciste en soledades.

No supe más de ti,
y perdí la certeza.

La vida nos pasó, como si nada.
Y nada habría de ser como fue antes.


Marisa de la Peña



miércoles, 19 de enero de 2011

Yo fui sombra del mar




Yo fui sombra del mar, luz de poniente,
carnaza de las aves de rapiña,
corazón exiliado de su cuerpo.
Humo de madrugada, oscuro vientre.

Y me dejé llevar por la corriente,
las olas me arrastraron a otras playas...
Ahora duermo en la eterna madrugada,
el sueño, blanco y largo, de la muerte.




Marisa de la Peña


martes, 18 de enero de 2011

Y cuando llegue un día la tormenta




Y cuando llegue un día la tormenta,
caminarás conmigo, sin reproches.
Será mi cuerpo abrigo de tus noches,
y el tuyo, el pan que siempre me alimenta.



Nombraremos aquello que encontremos
en el constante avance de los días:
el agua, los caminos,
la alegría.
El fuego, la pasión,
la lejanía.
La noche, la ternura,
la osadía.
El miedo, el sueño, el canto,
la armonía.
El beso, la sonrisa,
la poesía.


Sentiremos el roce, sin malicia,
de la lluvia empapando la mañana,
y la brisa fingiendo una caricia
a mi alma tendida en la ventana.


Descubriremos juntos la belleza,
dormiremos en lechos de gemidos,
de besos, de ternura, de latidos,
y abrazaremos juntos la certeza.

Y aceptaremos juntos lo que viene,
y perderemos juntos la inocencia...
Y sabremos, por fin, que el tiempo tiene
fingida voluntad de permanencia.


Marisa de la Peña


lunes, 17 de enero de 2011

Ya no quedan vestigios...





Ya no quedan vestigios
de los últimos besos,
se apagaron las luces
que llevan a tu puerta,
no hay carteles que indiquen el nombre de tu calle,
ni lluvia que nos moje bajo los soportales.

Ya no subiré nunca aquella vieja cuesta,
ni marcaré tu número, ni escribiré tu nombre,
no perderé autobuses, ni calmaré tu llanto,
ni abrazaré tu sombra
en mil noches insomnes.

Pero , a veces, la brisa
me traerá tu recuerdo
y llevará mi voz hasta donde te halles,
y sentirás un roce de caricias antiguas,
y el sabor en los labios de mi boca olvidada.


Y entonces, sólo entonces, recordaremos todo:
los nombres,
los teléfonos,
la lluvia,
los abrazos...

Y entonces, sólo entonces,
podremos olvidarnos.



Marisa de la Peña


domingo, 16 de enero de 2011