domingo, 26 de febrero de 2012
Testimonio
A lo lejos está el apartheid en Sudáfrica
y los miles de casos denunciados
A lo lejos están el humo y las cenizas
en el campo de exterminio en Auschwitz
A lo lejos están los sitiados en Leningrado
en la época del hambre y de la guerra
A lo lejos están los stukas alemanes
y los infiernos que iluminaron a Guernica
A lo lejos están los ingenuos que cayeron
en la interminable Guerra de Vietnam
A lo lejos están los cerezos de Hiroshima y Nagasaki
y las dos bombas redentoras
A lo lejos están los hutus y tutsis
y los bailes de machetes en Ruanda
A lo lejos está una isla en el Caribe
y la sangre taína seca bajo tierra.
A lo lejos está la mayor creación: el hombre
semejante a un volcán o a una daga.
A lo lejos canta una madre en la cocina
y el recién nacido duerme sin presagiar lo que le espera.
A lo lejos el poeta escribe del amor y de la rosa.
Allá abajo el implacable cocodrilo se burla de nosotros.
Rosa Silverio
sábado, 25 de febrero de 2012
El crimen
Hoy se ha cometido un crimen
un cobertor protege al homicida
Los periódicos sólo han visto
la mancha entre mis dientes
No dijeron nada de la mano que apuntó a mi cabeza
de los fragmentos de cráneo esparcidos por la casa.
Mi alma ha enmudecido.
Mi corazón está cerrado.
Nunca imaginé algo tan horrendo.
¿Quién es la manzana, el gran reptil, la sombra bíblica?
Este crimen apesta demasiado.
Un pasado histórico pesa sobre mis hombros
Hay una mujer que ofrece para comer el fruto
otra voltea la cabeza y mira hacia atrás
sobre su hombro.
Debo ser responsable de algo
Algo debe caer en mi conciencia
(eso han escrito todos)
Miro al cielo
totalmente despejado
y pienso en el dios de los hombres
Dicen que ahora mismo me está mirando
Me lo imagino disfrutando de este juego
mientras yo echo mi último escupitajo.
Hoy se ha cometido un crimen
El homicida anda suelto
Por sus manos resbala la sangre de la víctima.
Mi alma muda… mi corazón cerrado.
Esta noche tiemblan todas las ventanas.
Rosa Silverio
viernes, 24 de febrero de 2012
Hay que ponerle nombre a esta tristeza
Hay que ponerle un nombre a esta tristeza
hay que ponerle un corazón,
un ojo de gato o de serpiente,
hay que ponerle un vestido
tacones
maquillaje
y sacarla a pasear
emborracharla
y cogérsela en una esquina
o en un motel de mala muerte.
Hay que golpear a esta tristeza,
darle latigazos,
enseñarle quién manda,
amarrarla a un poste eléctrico
o deshojarla en una tarde de septiembre.
Hay que saber que el mundo
es una telaraña o una sombra ancha
dispuesta a devorarlo todo,
a tragárselo todo de una bocanada
o de un zarpazo.
Hay que entender que las cosas
tienen un lugar geográfico, un nombre,
una textura exacta y una forma
y que dentro de esas cosas
está desnuda y en silencio
la tristeza,
como una corriente de aire frío
o el mar cuando se han dormido las olas,
como un conuco solitario,
un rancho de tabaco a oscuras
o Matanzas a las cinco de la tarde.
Hay que saber que la tristeza existe
como existe la casa, la tacita de té,
el reloj, el árbol, los recuerdos
o la fotografía de mi abuela
con una blusa llena de pájaros blancos
y una mirada que me hace recordar
a todos los muertos que ha tenido que llorar
mi pobre abuela.
Hay que saber que la tristeza no sólo existe
sino que también tiene su espacio,
su rincón en el interior de cada cosa,
su propia coloratura, sus exigencias
e incluso sus horarios
y que a veces uno se cansa,
se harta de tanta mansedumbre,
de tumbarse en una cama,
de tomarse un frasco de pastillas,
de pensar en sogas, en puentes
o en desahogos sentimentales,
y de repente uno se levanta
y dice coño
y decide cambiar el orden del mundo,
ponerle un nombre a la tristeza,
etiquetarla,
mandarla a la mierda,
y seguir hacia delante,
siempre adelante,
como el que va en un tren
o en un motoconcho,
aunque el vacío siga en el lugar de siempre,
aunque nada sea como antes,
aunque el amanecer no sea luminoso,
aunque la tristeza jamás desaparezca.
Rosa Silverio
jueves, 23 de febrero de 2012
La mujer transparente
De repente, como por arte de magia,
mi cuerpo comienza a volverse transparente
y salgo por el mundo para ver si no estoy delirando,
camino por la calle El Conde, me siento en el parque,
y saludo a un turista que enamora a una muchacha,
pero ni él, ni el limpiabotas, ni las palomas hambrientas
se fijan en mí, no advierten mi presencia,
no saben que estoy aquí sentada,
totalmente desnuda, como una recién nacida o un fantasma
que se detiene a escarbarles las imperfecciones y las sombras.
De repente me doy cuenta de que esto es en serio,
de que a partir de ahora nadie reparará en mí,
y quizás tampoco nadie me extrañe.
Nadie dirá “¿dónde está María?”, “¿por qué no llega?”,
“¿le habrá pasado algo?”, “¿estará enojada esta María?”.
Nadie se preocupará, a nadie le dolerá,
nadie irá a rescatarme,
nadie irá a derribar la puerta y a devolverme la vida.
Desde hace mucho tiempo,
desde antes de que mis líneas se borraran de esta historia,
yo había empezado a desaparecer para todos,
había ido, poco a poco, borrándome a mí misma,
despojándome de todo lo que no me hacía falta,
descarnándome con el viejo cuchillo de cocina,
dejando en la goma rosada toda mi negrura.
Y qué felicidad la de ser transparente,
la de no existir, la de no ser para nadie,
qué manera de enfrentar el mundo,
qué forma de salvarme, qué crueldad,
qué método,
qué solución más extraña he encontrado.
Mientras tanto la vida sigue su curso.
Nadie sospecha que un pez se ha escapado del acuario.
Rosa Silverio
miércoles, 22 de febrero de 2012
Un hombre con un fusil en la mano
Un hombre con un fusil en la mano va por su camino
encuentra una mujer y la penetra
también con el fusil la penetra
no sé sabe si saldrá con vida
y si lo hace ya no será bienvenida en casa.
Un hombre con un fusil en la mano
desciende la colina
se acuerda de su descarga de esperma
de su gran fuerza inimitable
de la advertencia que ha enviado al enemigo.
El hombre
se relame los labios, se sabe satisfecho
se acomoda felizmente la mochila
y sigue su camino.
La tierra, enrojecida, delira esa mañana.
Rosa Silverio
martes, 21 de febrero de 2012
Silencio
Recorro el silencio
lo palpo
construyo una casa sobre sus hombros
escalo sus inmensas colinas
ruedo cuesta abajo
Miento cada vez más
y soy exacta en la mentira
La mudez despliega sus garras
y ya no hay voz ni llanto ni palabra
Siento el peso obligatorio de la piedra
el amor que se escapa
el silencio que camino, el que macero
el hundimiento del barco de la infancia
el repudio de mí misma
Para sobrevivir al mal
me refugio en la locura
y cedo la palabra.
Rosa Silverio
lunes, 20 de febrero de 2012
Constatación
He visto mi rostro en el espejo
el pasar de los años
el estropicio que dejó la tormenta
He visto mi vida en una ráfaga de segundo
y he comprendido
lo mal que lo he hecho todo
No hay amor que no haya despedazado
No hay amor que haya sobrevivido a mi tortura
Cansada de andar
he detenido la carreta en esta casa
he lavado el dolor en la vieja jofaina
y me he acostado con la certeza
de haber caminado demasiado
He sido para mí misma mi peor estratagema
Por necedad he bebido del agua equivocada
Con resignación miro los relojes
esperando a que caigan las hojas de mi árbol
Ya nada espero aunque lo haya dado todo
porque todo lo que di lo he roto en su momento
He sido torpe, lo reconozco,
pero nada me importa
lo único valedero ahora mismo
es el azul que pervive en mi memoria
el irresoluble enigma de la vida
y la constatación de la caída en todos los espejos.
Rosa Silverio