Convoco, hoy, al hombre que quiere ser libre,
a la mujer que lleva, en las entrañas, un hijo,
al niño que teje, amorosamente, una sonrisa.
Convoco el día donde sueñan los pájaros,
la tierra que alimenta el perfil del forraje;
quedan convocadas las esquinas para el beso.
Convoco las horas venideras,
una a una, nacientes en sus cunas,
una mirada, un gesto y una palabra detenida.
Convoco la libertad, en sus leyes de algodón
y, en los aires, la paz reclamada,
a los mortales que firman con el nombre de la concordia,
al alimento que lleva incrustado en homenaje,
el seudónimo libre del individuo.
Convoco la paz del júbilo y la risa,
la paz izada sobre los hombros,
a Picasso para que pinte su paloma serena,
la paz cubierta de trigo
y un beso cubierto de paz.
José Cercas
domingo, 15 de enero de 2012
La paz reclamada
sábado, 14 de enero de 2012
Las abuelas vestían de negro
A mi abuela Leonor, a mi abuela Fidela
In memoriam
Las abuelas siempre vestían de negro,
las recuerdo
comentando a la tenue luz de una bombilla,
cómo la risa se olvidó de sus labios.
Ellas levantaban sus laboradas manos,
sus dolientes cicatrices,
y sus canas cubiertas de abriles
para, rotundamente afirmar,
que habían vivido una guerra tras otra,
cuando vestían de azul, la existencia,
¡ay! sé que entre guerra y guerra,
vivieron sus contiendas;
vestían el luto del rosario
que todas las tardes de invierno entonaban
al abrigo de los braseros del picón de encina;
limpiaban de las calles el tosco oxígeno,
pulían con sus manos de acero, las losas frías de la patria,
pues llevaban entre sus dedos, la ruda escritura del trabajo.
Las recuerdo con sus delantales cenicientos
exponiendo sus penas bajo velos de seda.
Ellas, abuelas de antaño,
recogían sus moños del color de la lluvia,
en largas trenzas de soles y crepúsculos
y los cubrían con arrogantes pañuelos negros,
que tapaban los suspiros musicales de la tierra.
Recuerdo a aquellas abuelas.
¡Dios, como las recuerdo!
José Cercas
viernes, 13 de enero de 2012
La casa triste
La casa esta triste,
observa el viejo ladrillo que llora en la calle,
y la piedra que, cubierta de musgo,
esta tendida en el tiempo de una esquina;
con sus ojos abiertos,
los postigos cuelgan ya solos del asombro.
La casa está triste;
de un balcón cuelga una lágrima,
de otro, un día triste como tantos,
y penden sombras que dejan crepúsculos
en los ángulos abandonados de la tarde,
mientras una raída cortina danza en las arterias,
como si el tiempo cabalgase
en su amarillento lomo de hilo.
La casa está triste;
clavada en el lodo
recuerda viejos tiempos
cuando la algarabía venía
abriendo sus ventanales blancos,
cuando crecían en su jardín
flores de sonrisas enamoradas,
árboles en cuyos frutos moraba la risa.
La casa está triste
aquellos tiempos azules se perdieron
cuando la vida dejó postrado
al último de sus habitantes
y se perdió en las calles del sollozo
bajo el triste lamento de las campanas.
La casa está triste;
El silencio habitó el vacío,
lo cubrió de polvo y tiempo
y dejó, tan solo el viejo calendario
marcando para siempre los días pasados.
José Cercas
jueves, 12 de enero de 2012
Lluvia
Caes desde el fondo de tus ojos
como sutil gota que, impasible,
se detiene ante mi ávida mirada.
Caes desde la nieve, palpitando
corazones que huyen de todo
y que a todo se enfrentan por un beso.
Caen ante mí, ¡oh, fugaces quimeras!
tus espacios, tus leyes,
una lágrima que, herida, sabe de destierros
y, a lo lejos, tu última palabra;
caen desde el centro de tu pecho enmudecido
sobre frutales que pronto tornaran al fruto,
sobre la tierra que se expande en barros
y que se llevará el tiempo en memorias perdidas.
Caes desde mí, desde el infinito
horizonte que me aterra,
desde la calle que me mira con ojos infelices.
Caes y así empapas mis besos
en posición de espera para siempre.
José Cercas
miércoles, 11 de enero de 2012
Intuyo
Intuyo en mi boca las sombra de un beso
en el letargo de la tarde que precede a tu ausencia,
y mis palabras que, en un tiempo enamoradas,
hoy abandonan la afonía que acalla mi voz
Intuyo las miradas huidizas que te evocan,
perdidas en el largo tic- tac de los inviernos;
otra generación que se hunde, otro amor
que se desploma, calladamente, en el ocaso.
Intuyo en tus pupilas las lágrimas que te invaden
y quieren poblarte antes de que la primavera
busque tu brote exacto en el centro de mi cuerpo,
antes de que tu manos cubran la longitud de mi cara.
Intuyo la risa sometida al rictus de mi presencia
la memoria alerta, dormida en la palabra que me
abate,
un lamento que crece en el aire y un quejido,
pues está triste la voz con que me entrego.
José Cercas
martes, 10 de enero de 2012
Los pasos del hombre
Después de recorrer el mar por la playa escrita,
por los montes, los valles que trabajan las horas
y la fragua donde el fuelle labora canciones de miel…
Después de perder otro día,
aquel en que los almendros blanquean sus flores
para convertirse en semilla que alimenta más vida…
Después de saber que el fruto es más un puente que una poesía,
que la risa transita entre los muros de otras risas
y la azada tiende su voz sudorosa
en paredes solitarias o cuelga del orgullo
a pesar de romper la tierra y quebrar el surco…
Después, tú y yo;
porque ya no habrá tantos después que contarte,
porque siempre es después y pasado al mismo tiempo,
porque una nube blanca pasa por mi memoria,
acaso después de quererte…
Después de todo y más aún, después de nada,
pongo en movimiento los astros y los besos,
los ojos que abandonan contigo soledades
pues voy, como siempre, a la playa del llanto
buscando abrir los candados del destierro
y alineo el paso a la vida, porque así lo sé escrito,
porque así camina el hombre que me habita.
Después de todo, al final,
la guadaña siempre precede a la muerte.
José Cercas
lunes, 9 de enero de 2012
Silencio
Silencio, silencio, pues está la noche enamorada,
los álamos quietos como pétreas forjas
de balcones imposible, silenciosos,
como las encinas rotas, los alcornoques,
y los robledales que emergen de mi ventana fría.
Silencioso es el canto de los pájaros dormidos
que aletean cansados las plumas del sueño,
como las campanas quietas y quejumbrosas,
forzadas a las sombras sus torres marchitas,
como la rosa que sustituye sus pétalos dorados.
Silenciosas las aguas con su monótono llanto.
Silencioso el llanto del recién nacido
y la madre amorosa abierta a la vida.
Silencio, silencio, pues está la noche enamorada. ´
José Cercas