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domingo, 7 de marzo de 2010

Aguardando su ejecución




Ahí, detenido contra el muro, al amanecer, sus ojos
descubiertos,
mientras doce armas le apuntan, él con calma siente
que es joven y bien parecido, que desea estar bien
afeitado,
que el horizonte distante, rosa pálido, se convierte
en él
—y, sí, que sus genitales conservan su propio peso,
hay algo triste en la excitación de ellos —ahí donde
los eunucos miran,
es ahí donde apuntan; —¿se ha convertido ya en
la estatua
de sí mismo?
Él, viéndose ahí, desnudo, en un día brillante
del verano griego, arriba en la plaza —mirando a lo
que está arriba
él mismo tras los hombros de la multitud, detrás de
las apresuradas turistas de grandes glúteos,
detrás de las tres viejas falsas de sombreros negros.


Yannis Ritsos

Trad. Jaime Nualart


sábado, 6 de marzo de 2010

Atenas 1970




En estas calles
La gente camina; la gente
se apresura, tiene prisa
por salir, por irse (¿de qué?),
por llegar (¿dónde?) —Yo no lo sé — no son rostros
—aspiradoras, botes, cajas—
Tienen prisa.

En estas calles, otro tiempo,
ellos han pasado con amplias banderas,
tenían una voz (lo recuerdo, yo la oí),
una voz audible.

Ahora,
caminan, corren, tienen prisa,
una prisa animada—
el tren llega, lo abordan, choca;
luz verde, roja;
el hombre de la puerta detrás del cristal partido;
la prostituta, el soldado, el verdugo;
el muro es gris
más alto que el tiempo.

Ni siquiera las estatuas pueden ver.



Yannis Ritsos


viernes, 5 de marzo de 2010

Gris y blanco




Por la tarde, el café estaba vacío. Se sentó solo y esperó,
exactamente detrás del vaso de agua, sintiendo
las sillas vacías, y los cristales que se oscurecían,
los ruidos pequeños que se detenían en el primer escalón
de la puerta, sin pasar adentro: una espera que había estado tan clara,
ahora indefinida, incumplida, boca abajo. Enfrente de él,
sobre los árboles del parque, se levantó la luna grande,
profunda, oscura, detrás de los cristales; una luna también de cristal,
que puso una mancha cárdena en la frente de la mujer,
que se había sentado en silencio en el asiento contiguo.
Levantó el vaso. El agua estaba tibia. La luna, tibia también.
Tendría que vaciar las dos. La mano de la mujer estaba totalmente blanca.



Yannis Ritsos

Traductor J.Ruíz de la Torre


jueves, 4 de marzo de 2010

Casi prestidigitador




Desde lejos amortigua la luz, mueve las sillas
sin tocarlas. Se cansa. Se quita el sombrero y se abanica.
Después, muy lentamente, se saca tres naipes
del oído. Disuelve una estrella analgésica verde
en un vaso de agua, removiendo con una cucharilla de plata.
Se bebe el vaso y la cuchara. Se vuelve transparente.
En su pecho se ve un pescado de oro que flota.
Muy cansado, más tarde, se tiende en el sofá, y cierra los ojos.
"En la cabeza tengo un pájaro", dice. "No puedo sacarlo".
La sombra de dos grandes alas llena el cuarto.



Yannis Ritsos

Traductor J.Ruíz de la Torre


miércoles, 3 de marzo de 2010

Detrás del olvido




Lo único sólido que de él quedó fue su chaqueta.
La colgaron allí, en el armario grande. Fue olvidada.
Se pegó al fondo, detrás de nuestras ropas de verano, de invierno,
- nuevas cada año, para nuestras necesidades nuevas -. Hasta que,
un día, llamó nuestra atención - puede que por su color extraño,
puede que por su anticuado corte -. Sobre sus botones
había tres imágenes, iguales y redondas:
el muro del fusilamiento, con cuatro agujeros,
y alrededor, nuestro remordimiento.



Yannis Ritsos

Traductor J.Ruíz de la Torre


martes, 2 de marzo de 2010

Anoche los niños no durmieron




Anoche los niños no durmieron. Habían encerrado un montón de cigarras en la cajita de los lápices y las cigarras cantaban bajo sus almohadas una canción que los niños conocían desde siempre, pero que olvidaban al despuntar el día.

Ranas doradas, sentadas en la punta de sus patitas y sin ver sus sombras en las aguas, semejaban pequeñas esculturas de la soledad y el sosiego.

En ese momento la luna tropezó con los chopos y cayó en la espesa hierba.

Hubo un gran susurro entre las hojas.

Corrieron los niños, tomaron con sus manos regordetas la luna y toda la noche jugaron en el campo.

Ahora sus manos son doradas, sus pies dorados y en lugar de huellas dejan lunas pequeñitas sobre la tierra húmeda.

Pero afortunadamente, los adultos que saben mucho no ven demasiado.

Sólo las madres sospecharon algo.

Por eso los niños esconden sus doradas manitas en los bolsillos vacíos, para que su mamá no los regañe por haber jugado en secreto toda la noche con la luna.



Yannis Ritsos


lunes, 1 de marzo de 2010

El mundo se llenó de flores y de pájaros




El mundo se llenó de flores y de pájaros.

Y el campo repiquetea con sus alegres voces.

Cencerros en las gargantas de los burros.

Cencerros en las orejas del sol.

Cencerros en la punta de las hojas.

Cencerros en las trenzas de las niñas.

Todo baila en la luz y repiquetea.

Aun el abuelo salió al sol a tejer con verdes ramas pequeños canastos para recoger madroños y huevos de paloma.


Del globo terráqueo que el maestro tenía para su clase de geografía hicimos una pelota y la hacemos rodar por el verde campo salpicado de flores de manzanilla.

Por la noche subimos a escondidas hasta el cementerio de la aldea, tomamos varios cráneos vacíos y los llenamos de hierba y de flores.

En las desocupadas cuencas colocamos dos rosas.

Ahora todo es luminoso y rosáceo.

Desde hace tiempo sabíamos que pronto llegaría el verano, aunque el calendario aún no lo dijera.



Yannis Ritsos


domingo, 28 de febrero de 2010

miércoles, 13 de junio de 2007

Conclusión

De Yannis Ritsos en su libro Paréntesis



Conclusión



Esta ventana está sola.
Esta estrella está sola,
como un pitillo olvidado sobre la mesa
-echa humo y más humo al firmamento él solo-.


Yo también estoy solo, dijo.
Enciendo un pitillo, fumo.
Fumo y pienso. No estoy solo.

jueves, 7 de junio de 2007

La misma estrella

Yannis Ritsos en su libro Paréntesis




La misma estrella


Los tejados empapados brillan a la luz de la luna. Las mujeres
se arropan con sus chales. Se apresuran a ocultarse en sus casas.
Si se quedan un poco más en el umbral, las va a ver llorar la luna.

Él sospecha en cada espejo
una mujer distinta, transparente, encerrada en su propia desnudez
-por más que quieras despertarla, no despierta-.
Se durmió oliendo una estrella.

Y él huele aquella misma estrella manteniéndose en vela.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Un rostro

Yannis Ritsos en su libro Paréntesis



Un rostro



Es un rostro luminoso, callado, solitario,
como una total soledad, como una total victoria
sobre la soledad,
este rostro
te mira entre dos columnas de agua inmóvil.

Y no sabes cuál de los te convence más.

domingo, 27 de mayo de 2007

El significado de la sencillez

Yannis Ritsos en su libro Paréntesis

El significado de la sencillez


Detrás de las cosas sencillas me oculto para que me encontréis
Si no me encontráis, encontraréis las cosas.tocaréis lo que toco mi mano,
se juntarán las huellas de nuestras manos.

La luna de agosto brilla en la cocina
como el puchero estañado (esto también ocurre por lo que digo)
alumbra la casa vacía y su silencio arrodillado
-el silencio siempre está de rodillas-.

Cada palabra es una salida
hacia un encuentro, a menudo frustrada,
y es palabra verdadera, en tanto insiste en el encuentro.