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domingo, 18 de septiembre de 2011

VARSOVIA




Estoy tomando una cerveza
frente a lo que fue tu casa.
Ahora tu casa es un símbolo
y los símbolos no son habitables.
Para ti debió de ser
lo que nunca tendrían
que dejar de ser las casas:
entrechocar de platos
risas que estallan
sábanas estiradas para proyectar
la película velada del sol:
una película que habla de felicidad
o cuanto menos
de la seguridad de un refugio.
Refugio del trasiego y los ruidos de la calle
nunca del horror.
A través de los visillos
el horror no se presupone.

Me cuentan historias. Soldados
lanzando niños a través de las ventanas.
Soldados cortando barbas y patillas
a navaja, en la calle: carnavales de humillación.
Me cuentan historias, pero tu casa
no parece propiedad del infierno.
Está vieja, sí, y hay algún agujero de bala
bajo un alféizar, como marcas de los dedos de dios
al hundirse en barro sólido. Señalando
a los elegidos o a los condenados.
A pesar de todo, como todas las casas,
sigue teniendo algo
de tierno y de inexpugnable.

Estoy bebiendo una cerveza.
No a mi salud, ni a la tuya.
¿Qué podría decir de ti?
De ti no tengo recuerdos
y siento pudor de imaginarte.
Tengo memoria de la humanidad.
Aún la tengo. Y tengo también una casa.
La recuerdo ahora: los platos
las sábanas, las cortinas:
tesoros que me delatan como ilusa propietaria.
Una puerta blindada: el foso
que ningún ejército ha puesto a prueba.
Pero más allá o más acá de las casas
hay un lugar. Un lugar que
aunque queramos compartir
aunque quieran invadir
no es un territorio ni una ruina.
Es el lugar al que escapaste
un segundo antes de que la puerta
fuera derribada. O un segundo después.
Cuando comprendiste que las casas
pueden parecernos un universo
pero ni siquiera son un país.
Y un grito en otro idioma abre
de par en par las ventanas
que lo expulsan a la calle como un vómito.
Las casas digieren mal
la violencia de los extraños.

Tiene que haber un lugar.
El lugar que no me revela tu foto.
El lugar que otros no destruyen
con palabras o con bombas.
Rata allí no significa nada.
El dolor puede nublarlo
pero no lo tapia.
Es el gueto que levantamos
dentro de nosotros.
La tumba que elegimos ocupar.
No la que nos señalan.

El búnker dentro de ti.


(inédito en papel)






Ana Pérez Cañamares



sábado, 17 de septiembre de 2011

EL CONTRATO



A todo me he entregado
como si fuera a durar.
Con cada persona
cada casa
cada ciudad
firmé un contrato
escrito sobre la piel.

Para decir adiós
he tenido que arrancarme
las cláusulas
a tiras.
Así ha sido
una y otra vez.
Con cada persona
cada casa
cada ciudad.

La letra pequeña
se esconde ya
entre cicatrices.






Ana Pérez Cañamares



viernes, 16 de septiembre de 2011

HIJO MÍO




Que soy libre, me dicen.
Pero si quisiera tener otro hijo
tendría que llevarlo al Banco de la esquina
porque suya es mi casa.
Mi niño llamaría padre al director
y madre a la cajera
aprendería a andar con una silla de oficinista
dormiría en un cajón del archivador
y yo sólo sería un pariente lejano
que le sonreiría desde mi puesto en la cola.
Me pasaría de vez en cuando con la excusa de ampliar la hipoteca
sólo para ver qué tal me lo crían
cómo le afecta el aire acondicionado
si sabe poner un fax
y si el director le regala un juego de sartenes
por su cumpleaños.





Ana Pérez Cañamares




jueves, 15 de septiembre de 2011

GENERACIONES



Antes de morir, mi madre dijo mamá, ven
mientras me miraba sin verme;
yo dije mamá, quédate
abrazando su cuerpo diminuto
envuelto en pañales y olor a talco;
mi hija dijo mamá, no llores
y me acarició la cabeza consolándome.

Cuando mama murió, durante unos segundos
no tuvimos muy claros los lazos que nos unían
no supimos quién se había ido
y quién se había quedado
ni en qué momento de nuestras vidas
estábamos viviendo
o muriendo.







Ana Pérez Cañamares






miércoles, 14 de septiembre de 2011

SEGURIDAD SOCIAL



Frente a las charlas siniestras
de las salas de espera siempre
levanto un libro como una muralla.

Pero hoy de repente el olor del acero
la intuición de lo frío y punzante.
La certeza de lo inútil en perseguir
la enfermedad, que conoce todos
los recovecos donde esconderse.

La anciana a mi lado ha roto a llorar.
“No llore, mujer”, le digo,”¿qué le pasa?”
“Nada”, contesta ella, encogiéndose.

Y se queda sin saber cuánto le agradezco
que calle y no me cuente nada.
Porque no llevo kleenex en el bolso
y estoy tan cansada que la enfermedad
me parece una tregua deseable.

Así morimos, así nos matan.









Ana Pérez Cañamares






martes, 13 de septiembre de 2011

ESTACIONES





Para la gente de Esfera de letras




Leo los poemas de Amijai en el tren
levanto la cabeza y ahí está:
la primavera estallando en los descampados
una gran bomba de la que el tren huye

porque los poemas que los árboles dictan
están escritos en un idioma exótico
que no entendemos los que vamos
a recluirnos en nuestras casas

la palabra estación ya sólo nos habla
de lugares en los que apearse
y el único sol que me calienta ahora
es el que apresaron las uvas
antes de hacerse vino.





Ana Pérez Cañamares




lunes, 12 de septiembre de 2011

PERDONADME QUE AHORA JUEGUE






Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.




Wislawa Szymborska



Cuando veo fútbol, tenis
carreras de fórmula 1
no olvido que en otras cadenas
siguen los telediarios.
Mientras gritamos gol
otro coche bomba explota
en un mercado; antes
de que acabe el set
habrá diez palestinos menos;
se apaga el semáforo
y una vida más en Guantánamo.

Mis padres llamaban
partes a los telediarios.
Ellos sabían que la guerra
no había terminado:
mientras en el salón la tele
vomitaba metralla,
la radio en la cocina
escupía recuentos de muertos.

Perdonadme que ahora juegue:
el dolor fue una institutriz severa.





Ana Pérez Cañamares




domingo, 11 de septiembre de 2011

jueves, 26 de julio de 2007

Herencia

Ana Pérez Cañamares


HERENCIA




Las poetas suicidas me llaman.
Yo no las escucho.

Come fruta, me digo,
vigila los deberes de tu hija
recuerda la fecha en que vivimos
repasa tu nómina
no olvides la cita del ginecólogo.
A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.

Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos
me agarro a los barrotes que me sostienen.
No sé planchar pero hoy es quince de septiembre
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido
aunque confieso que sin ningún sentimiento.

No oigo voces aunque la mía a veces
suena insistente
como la radio que sube por los patios.

No os voy a escuchar.
Quizá estáis calladas
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.

No importa.
De momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua
o en uno de vuestros versos




Del poemario La alambrada de mi boca

viernes, 20 de julio de 2007

Perdona

Poema de Ana Pérez Cañamares



PERDONA



perdona si alguna vez te empujo hacia el futuro
te obligo a trazarme coordenadas
a plantar la próxima señal en el camino
a medir los kilómetros de espera
a contar las horas que nos faltan


perdona si hago preguntas estúpidas
como a qué hora servirás mañana la comida
cuándo calculas que se nos acabará la leche
en qué momento habrás terminado
de contar los lunares de mi cuerpo


es por este vértigo que me entra
asomada al filo de los días
por esta adicción a la máquina
que pauta los insomnios
por esta locura vieja
sobre la que me apoyo
la que me sustenta
la que me presta las muletas
que otros dejaron atrás como herencia
cuando ya no pudieron más