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domingo, 24 de enero de 2016

A MI HERMANO




¿Te acuerdas cuando

eras pequeño y te mordía

los brazos esos rechonchos que tenías?

Ibas siempre marcado de mordiscos

y mamá me echaba la bronca.

¿Te acuerdas cuando

había mil formas de irse a dormir?

En saco, en tren,

sobre los hombros, a rastras…

pero siempre con el lema de «agua, pis y a la cama».

¿Te acuerdas cuando

tú querías ser bombero

y yo arquitecto?

Cambié los Lego

por las teclas de una Underwood

y tú los cambiaste

por pinceles y un black book.



¿Te acuerdas cuando

el úrbega nos salvaba las partidas

y nos volvíamos locos por robarle

al tá-tara-tá-ta

los huevos de dragón?

Cuando recorríamos la Gran Muralla china,

a toda pastilla sobre un tigre,

o la ruta 66 sobre una chopper,

sin levantar el dedo del cuadrado.



¿Te acuerdas cuando

te abriste la barbilla

con aquella bici sin frenos?

De los dos tú eras el pupas

y siempre te caían todas las broncas, macho.

Y los regalos de los reyes

no descreyendo en Papá Noel,

y los fines de semana

en las mismas playas de Castelldefels,

y luego helado en la Jijonenca

(nunca eran iguales que las copas de la carta).

¿Te acuerdas de los cromos de Pokemon

y los tazos gordos de los Digimon?



De la tertulia nocturna

de los vecinos de Pliego

y las siestas obligadas en Baeza.



¿Te acuerdas de los carnavales

en San Andreu?

Tú de demonio y yo de cowboy,

yo de príncipe persa y tú de príncipe azul.

De las normas del carnastoltas

y los premios del cagatió.

Del sitio secreto

(que para nada fue secreto),

de hacernos tiritas

con los tallos abiertos

de los dientes de león.



De las películas Disney

en casa de los abuelos de Madrid

y el olor por la mañana

de la leche con galletas

(los trozos todavía crujientes, los mejores).



Del frenazo de camión,

y del dinero que le sacabas

a la ‘cabina del teléfono’.

De ponerles caras a los otros conductores

hasta que el del coche rojo se cabreó de verdad.

De la sonámbula

que echaste en el pasillo.



Del olor a mudanza

y a tarima flotante

y de fondo los Red Hot Chili Peppers,

o Nirvana, o Linkin Park.

De tu melena quinceañera

y el abuelo y su «¡ha te pelah!»,

de tus graffiti y mis pelis de terror,

de los veranos por el Camino de la Estación

y la mansión abandonada de 1902.



De tu edad del pavo, en fin,

y la mía

(que llegó más tarde).



De papá y sus purés de patata de emergencia,

y sus «¿comemos en el chino?»,

y sus ídolos

(el general Custer y… ¡Cyrano de Bergerac!)

Y del hiunday cupé de mamá

y de lo manitas que es la jodía para todo.



Y quién diría que terminaríamos

en la ciudad en la que parábamos

sólo de paso

en los viajes de verano

para darles pan duro

a las palomas del Pilar.



Y quién nos diría

que la vida iba en serio

(como dijo el fiera de Gil de Biedma).



Y quién diría

que terminaríamos siendo los hombres

que somos hoy,

que seremos mañana.



Y quién me hubiera dicho

que para esto, todo esto,

que ha sido nuestra infancia y adolescencia,

contaría con el mejor hermano

que jamás hubiera podido imaginar.



Te quiero, Rubén.


Julio del Pino







sábado, 23 de enero de 2016

La cama...



La cama ha cerrado su párpado.

Algo más

que la suma de nuestros cuerpos.

No sé ya dónde termina una carne

y empieza la otra. Mete tu cabeza

en mi pecho

y péiname el corazón

con los dientes.

Oigo a las voces del sueño

deshaciendo la mecánica del tiempo.


Julio del Pino







viernes, 22 de enero de 2016

MONCÓFAR



Se me ha enfrentado el mar

en su versión de noviembre.

La mejor: nadie lo viola,

vuelve a ser dulce. Las naves

respetan su espacio, aparcan

al fondo.

Unas olas casi perfectas.

Dejadme descansar.


Julio del Pino






jueves, 21 de enero de 2016

CUARTO OSCURO



No tuve siempre limpio

mi hombro adolescente

¡claro que no!



Me picaban las venas,

me ardían las hormonas.

Tributario el valor

de las experiencias.



En la hora del noctámbulo

forcé mis pies a la ventaja.

Escalera torva

hacia un sótano de hombres.



Sórdida. Entrañable. La noche.

En el aire, el semen y el sudor.



Me creí como riendo al mundo.

Aquellos viejos

ojos derrotados, desarmados,

sin conquistas.



Te hablo de un tiempo en que

mi polla pagaba la entrada.

Abría las calles.



Se agarran un par de alas

por detrás, se estrujan,

se salpican con la hez y la sangre.



Sombras en la sombra

de soslayo. Machacando

sus vergas escocidas. Jadeando

como perros disciplinados

por la voz tardía de los cobardes.

Lo buscaba.



(qué terrible un orgasmo compartido)



Desandaba luego la noche.

Cachorro famélico rastreando

la promesa

de una cama intrauterina.


Julio del Pino



miércoles, 20 de enero de 2016

LA FALACIA DEL MARINERO URBANO



Aún no ha sido creado el Dios

que consiga

arrebatarme la fe.



Yo creo en el vacío

de la verborrea del hombre urbano.

Yo creo en el no valor

de los fáciles compromisos.

Yo creo en esa duda

en la hora fatal de la tarde

y en la gran conferencia de los paroxismos trasnochados.



Yo creo en las risas

escondidas en una sonrisa;

y en la sonrisa

que se oculta en una lágrima.

Yo creo en el amor

que no hace falta pronunciar.



Yo creo en lo humillante

y lo sometedor

con que a veces el sexo amenaza,

y en el éxtasis virginal

del sexo sublimado

en la caricia

y el beso.



Yo creo en la Madre Puta y Maruja

que parió esta tierra de hijos

medianos mediocres.

Yo creo en las modas que,

antes de sellar todo labio,

incitan las sonrisas.



Yo creo en el rugido del motor

a rendimiento perfecto

de la no revolución engullendo

el asidero de las ya pocas cosas ciertas.

Yo creo en el vértigo

de la hipoteca del vivir,

y en todo cuanto especulan

tras el pago de la última letra.



Yo creo en cuanto revelan

los silencios del sinsentido

de un sábado noche.

En los caminos

señalados por carteles de neón,

en el oficio sin beneficio

de quienes no tienen nada que hacer.



Yo creo en los post-

en los meta-

y en los sub-



Yo creo en la irreparable perturbación

de un temor o una verdad,

y en todo cuanto

el tiempo no promete.



Yo creo en la honradez

de quien conjuga estoicamente

la esquizofrenia en el fondo,

la cordura en las formas.



Yo creo en el retorno,

temblor de roca y pueblo,

a la inocencia pacifista

de una Era Infantil.



Yo ya no quiero

sino pisar y jugar la arena

con pies y manos de niño.

Oler la sal, oír las olas

con nariz y orejas de niño.



Yo ya no quiero

sino desnudarme

y entrar

y hacerle el amor al mar,

con pene de niño,

hasta gastar mis fuerzas en la fuerza

que hace a las cosas ser lo que son.


Julio del Pino



martes, 19 de enero de 2016

MILLENNIALS



Entró en crisis

la palabra crisis.

Discursos

que la (H)istoria ya no sabe pronunciar.



(Suave es la noche con su

“¡Lo lo lo looo lo lo looo!”

en dialecto orangután)



El dedo de mi abuelo

se recuerda, en recuerdos de mi madre,

señalándome de niño

y subrayando una sentencia:

«nosotros vivimos una guerra

y fuimos de peor a mejor,

pero estos…

estos que se preparen».



Y yo sin prestar atención,

jugando con mis dos años

esparcidos por el suelo.



Y mientras la prensucha se contenta

con llamarnos millennials

con aires de sociólogo de suplemento dominical,

y dice que no nos gustan los bancos,

ni las hipotecas,

ni pagar con dinero físico,

ni la política,

tratamos de no volvernos locos

entre Telecinco y la MTV,

entre el gym y el ñam [esto no es mío],

entre el peta y el destornillador,

entre las teclas de un iPhone,

entre hacerse un selfie o ser un fashion victim,

un ni-ni o un [introducir término que nadie ha tenido huevos a inventar].



Somos más tontos

de lo que pensáis,

pero, ¡hombres de poca fe!,

aún os tendréis que esforzar más.



Aquí tenéis a vuestros hijos,

borrachos de autocomplacencia,

rescatando entre la farra y la farlopa

indicios de algún origen.



Aquí tenéis a vuestros huérfanos,

rescatando a plazos,

y con intereses,

su propia tradición;

que nada debemos a la copla,

al tapeo o al paro,

y todo

al Banco Santander.


Julio del Pino



lunes, 18 de enero de 2016

VINISTE



(es caprichoso [y botánico] el azar)

Y contigo ese algo

rizavidas.

Saberte prólogo,

argumento y epílogo.

Nuestra es la intrahistoria.

Eres tú la luz

confidencial de una lámpara

alumbrando mi pacífica tarea.



Julio del Pino



domingo, 17 de enero de 2016