Mostrando entradas con la etiqueta Emilio Losada. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Emilio Losada. Mostrar todas las entradas

domingo, 19 de julio de 2015

RECESO PALACIEGO DEL HOMBRE-GATO






Apartémonos del fuego

y hagamos sexo lento,

sin apenas movimiento,

y después déjame dormitar

sobre tu vientre,

alma hermana,

como en las lejanas noches

de miedo y descubrimiento.



Y es que hoy no tengo humor ni cuerpo

para narrarte hazañas bélicas,

esos devaneos míos

en campos donde no volverán a crecer flores

y los sauces se quedaron sin lágrimas.

No vengo con heridas abiertas:

tan sólo te ruego que atuses

mi pelo aún húmedo

con tus dedos de princesa

hasta la inconsciencia compartida,

que al rayar el alba

he de desenroscarme sutilmente de tu cuerpo,

besar tu frente

y dejarte escrito sobre la mesa

de los libros y del tiempo

que daría mis siete vidas por ti,

y puedo jurarte por todas ellas

que jamás he sido tan franco.



Todo lo haré despacio,

sin hacer el menor ruido;

me iré acercando a la ventana con sigilo extremo

y, antes de disponerme a deambular

por tejados-limbo

sin futuro ni amor,

miraré atrás y corroboraré una vez más

que no merezco tanta belleza,

que nunca podré guardarle fidelidad a nadie

mientras te piense.



Afrontaré el descenso

muy lentamente,

contendré la respiración,

lloraré con duelo.



Volveré con la lluvia.


Emilio Losada


sábado, 18 de julio de 2015

UNA DEL OESTE




Le pregunté a la librera:

¿Dónde está la poesía?



Unos segundos de incertidumbre

y las carcajadas se nos empezaron a caer de la boca.


Emilio Losada




viernes, 17 de julio de 2015

SU REFUGIO ERA LA LECTURA









relee la misma línea de texto decenas de veces

porque apareces constantemente en ella

aun sin que esté tu nombre escrito

y la concentración es imposible

tu persistencia insoportable

y cuando vuelve al principio

pronto se percata de que sigues allí

de la nueva intromisión

o más bien de que no te has ido



a veces se tapa los ojos

respira hondo

los abre de sopetón

y parece que no estás

pero cuando va a cantar victoria

tienes la osadía de aparecer sonriente tras alguna palabra

arrebatándole de nuevo el desahogo triunfal de la boca



su refugio era la lectura

hasta que te conoció

la lectura siempre fue el chamizo de granjero

en medio de la triste nada

al que correr a cobijarse

cuando estallaba la tormenta

y la ira



y sumergido en la lectura desaparecían los nombres

los malos tragos

y los ecos de los reproches

y leía hasta olvidarlo todo

chapoteaba sobre aquel papel mojado

de lluvia de nubes o de ojos

hasta no recordar ni quién era el que leía



su refugio era la lectura

pero tuvo la desgracia de dar contigo

y ahora se le ocurren multitud de estupideces

como ir a tu encuentro

postrarse ante tu engreída calavera

rogarte que te busques otra cabeza donde habitar

y cubrir llegado el caso tu apuesta

hasta se abandonaría a todo tipo de supersticiones

y de rituales absurdos

con tal de que de una santa vez

no vuelvas a los párrafos y a los versos

y que tu mutis sea categórico y definitivo

es preferible perder una biblioteca

en un incendio o por un exilio

que tu terrible insidia



y es que sus horas estarán contadas

si no cierra el capítulo

si no dejas de ser su estigma

y no vuelven a gritarle los libros

sólo los libros


Emilio Losada


jueves, 16 de julio de 2015

ALCOHOL BLANCO




Alcohol; salario de estrellas.

Jacobo Fijman


es un somnoliento atardecer

de otoño en Sevilla

la ingesta indeliberada de algún que otro aguardiente

me insta a localizar una colección de versos

ésa y sólo ésa era la intención

pero muy pronto

esta vez quizá demasiado pronto

me puede el paisanaje



grupúsculos de vulvas imberbes

atosigan mis sentidos

por una calle Sierpes curada de espanto

en simétrico vaivén con las aves del tiempo

que rasan las seseras

presagiando el primer aguacero

de la temporada



los extremos

por su parte

se amenizan

tiznados hombres-estatua

alardean de estática impertérrita

frente a un conjunto de arpistas disléxicos

que tañen desganas ante una audiencia de tiovivo

engalanada con perillas desgarbadas al uso

que no tienen otra razón de ser que encubrir papadas

de pelícano borracho



irrumpe la lluvia

los previsores se jactan de tener al fin

ocasión de desplegar sus paraguas

como murciélagos las alas



incauto de mí

yo simplemente intentaba dar

con una colección de versos

pero ahora lo menos sangrante

es volver a diluirme en alcohol blanco

porque ya sólo aspiro

a guarnecerme de mí mismo

bajo este intempestivo ocaso

de las seis y media

en Sevilla


Emilio Losada


miércoles, 15 de julio de 2015

IDEAL EN UNA VENTA DE CARRETERA










El viajero lustra con una servilleta

los mugrientos cristales de sus gafas de sol

y el barman le pasa el paño a una copa

cuando ella irrumpe de repente

–medias de rejilla,

top ajustado a ras de ombligo,

labios bermellón…–,

sonríe a los presentes, saca unas monedas del bolso

y tararea À quoi ça sert l’amour?

mientras el tacón de su zapato izquierdo

aguarda impaciente a que la máquina

escupa el tabaco negro,

tras lo cual se larga sin más

con la misma indiferencia

con la que apareció hace tan sólo un minuto.



Ella ha entrado quizá para no volver jamás

donde es muy posible que el viajero

tampoco se vuelva a dejar caer nunca.



Y aquí no ha pasado nada: viajero y barman

siguen a lo suyo perfectamente conscientes

de que lo que tienen entre manos

es lo único en sus vidas

a lo que aún son capaces de sacar brillo.


Emilio Losada


martes, 14 de julio de 2015

VINDICACIÓN DE UNA ESTRELLA (Albada alamediana)







Salimos del pub

a eso de las siete de la mañana del viernes

doblegados, confusos,

visiblemente afectados.

Nos habíamos tirado,

caí de pronto en la cuenta,

prácticamente toda la noche

sin mirarnos a los ojos.

Hacía tiempo que no salíamos juntos:

yo solía regresar de aquella manera

del trasnoche de turno

y tú ya estabas en la cama dormida

o haciéndote la dormida,

acogiéndome calurosa

o ignorándome por completo.

Yo así tu mano desangelada

y te arrastré hacia mi buhardilla.

Sólo estábamos a cinco minutos

(ya sabes que precisamente por eso

tipos como yo eligen vivir en el centro:

para estar a no más de cinco minutos

de lo poco interesante que ofrece la ciudad).

Tú,

a los pocos metros,

te detuviste en seco,

casi mordemos la acera,

y soltaste mi mano.

Tenías la mirada ida

y triste…, muy triste.

Quizá aquélla fue la mirada más triste que te vi nunca.

Señalaste la parada de taxis

y me dijiste que querías ir a casa de tus padres.

Yo no pregunté nada,

simplemente me metí las manos en los bolsillos

y te acompañé,

y cuando al fin me miraste a los ojos

tras el cristal que te alejaba

supe que tu decisión era la adecuada.

Permanecí un rato allí ensimismado,

compendiando las escenas más significativas

de nuestra efímera relación.

Le eché un vistazo a la cartelera del cine Alameda

y no me quedé con ninguna película:

sólo seguía viendo tus ojos

tras el cristal del taxi.

Me puse al fin en marcha,

y antes de subir a casa

hice escala en el bar de abajo

para tomarme un par de aguardientes

junto a una somnolienta representación

de población activa que untaba legañas

y ansias de prejubilación en pan tostado sin amor.

El diario hablado de las ocho

informó de la muerte de Ray Charles.

No fue la única pérdida de aquella mañana.



Emilio Losada



lunes, 13 de julio de 2015

VENTAJAS DE ESTAR EN LA RUINA





Antes de que se despierten,

el huésped procederá a esfumarse;

orinará sonriendo a la luna ruborizada,

se hará un hueco en su traje raído

y saldrá pitando

para materializarse en cualquier parte

donde aún sea permisible

seducir a las musarañas,

campar a las anchas del momento

y alardear de derrota

ante otra hoguera sitiada

por la imberbe prole del éxito.



Absorto en el contoneo obsceno e irrepetible

de las llamas con el viento,

aguardará paciente la inconsciencia

de sus anfitriones de paso,

se moverá con sigilo

y, a la primera escarcha,

nutrirá su cuerpo yermo

con las sobras del banquete

para afrontar,

como cada bendito día

desde que la razón

sucumbió al beso con lengua

del camino torcido,

un nuevo viaje tan baldío

como lleno de expectativas.


Emilio Losada


domingo, 12 de julio de 2015