Tal vez no me creáis...de Sonia Fides
Tal vez no me creáis si os insinúo,
que mis ojos sólo son eficaces para lo que está
por debajo de lo que existe de manera oficial.
Porque si se recuentan los minutos tal y como
la vida decide enumerarlos,
los cronómetros siempre acaban escogiendo
convertirse en víctimas de esa decisión aleatoria.
Por eso desconfío tanto de los premios de consolación
y reivindico los secretos como materia de defensa
sobre todo en días como éste,
en los que la lluvia es un consejo de guerra
y los árboles actúan como sumisos soldados
que ofrecen sus bocas abiertas.
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viernes, 20 de junio de 2008
miércoles, 30 de abril de 2008
AL VIENTO TAMPOCO LE GUSTA QUE LA MUERTE SE PASE LA VIDA EN LAS IMPRENTAS
AL VIENTO TAMPOCO LE GUSTA QUE LA MUERTE SE PASE LA VIDA EN LAS IMPRENTAS poema de Sonia Fides
Al abrir el periódico compruebo
que continúa prestándole demasiada atención a la muerte.
En las páginas que acogen las noticias de mi ciudad
leo que un hipotético asesino en serie
ha mutilado a la Presidenta de mi Comunidad Autónoma.
No he acabado de leer todos los escabrosos detalles,
porque al viento tampoco le gusta que la muerte
se pase la vida en la imprentas
y me ha llevado directamente a la página
en la que un periodista de elite me cuenta
que una gran editorial sacará esta misma semana
un millón de ejemplares de una novela en cuyo título
se habla de un ángel que le salió juguetón al tipo.
Ante tamaña barbaridad
quisiera echarme la manos a la cabeza,
pero no se puede presumir de ser una mujer de hielo
si después van a perderse en público las formas,
así que me callo
mientras en mi cabeza resuelvo el asesinato
más comentado en el día de hoy
y sonrío al constatar que hasta en el ámbito literario,
los ángeles no dudan en abusar del poder
si alguien en un despacho comete la imprudencia
de otorgarles la mayoría absoluta.
Al abrir el periódico compruebo
que continúa prestándole demasiada atención a la muerte.
En las páginas que acogen las noticias de mi ciudad
leo que un hipotético asesino en serie
ha mutilado a la Presidenta de mi Comunidad Autónoma.
No he acabado de leer todos los escabrosos detalles,
porque al viento tampoco le gusta que la muerte
se pase la vida en la imprentas
y me ha llevado directamente a la página
en la que un periodista de elite me cuenta
que una gran editorial sacará esta misma semana
un millón de ejemplares de una novela en cuyo título
se habla de un ángel que le salió juguetón al tipo.
Ante tamaña barbaridad
quisiera echarme la manos a la cabeza,
pero no se puede presumir de ser una mujer de hielo
si después van a perderse en público las formas,
así que me callo
mientras en mi cabeza resuelvo el asesinato
más comentado en el día de hoy
y sonrío al constatar que hasta en el ámbito literario,
los ángeles no dudan en abusar del poder
si alguien en un despacho comete la imprudencia
de otorgarles la mayoría absoluta.
lunes, 17 de septiembre de 2007
LOS TURISTAS CIERRAN LOS BALCONES DE LOS HOTELES CAROS
Poema de Sonia R. Fides
LOS TURISTAS CIERRAN LOS BALCONES DE LOS HOTELES CAROS
Sobre el paso de cebra del Boulevard Raspail,
acababan de abandonar sus pasos los actores de cine.
La tarde caía trayendo el toque de queda,
en París no salen a cenar ni los suspiros
cuando el reloj aprende a conjugar el número ocho.
Los turistas cierran los balcones de los hoteles caros
cuando gritan las farolas y la magia no es un latido más,
sino un medio de transporte.
La mujer no necesitó pedir un taxi desde el teléfono de jade.
Sabia que el viaje aquella noche tendría nombre de recuerdo,
de poemas difuminados sobre un nombre de poeta
acompañando el baile de sus ojos abiertos de par en par
allá por Montparnasse.
La paseante se balanceó abrazada
al haz luminoso de la Tour Eiffel,
se dejaba besar por las ondulaciones de un Sena
que llevaba de crucero a los oscuros traficantes del amor.
No tardó en olvidarse del día,
aunque la Rue Ravioli hubiera secuestrado
apenas unas horas antes
el peso del cuerpo que ahora hacía el amor sin ser visto.
Recordaba al hombre joven que exhalaba desde su fino cigarrillo
su declaración de intenciones.
No hicieron falta la voz ni las manos
para entender que la piel estaba lista.
LOS TURISTAS CIERRAN LOS BALCONES DE LOS HOTELES CAROS
Sobre el paso de cebra del Boulevard Raspail,
acababan de abandonar sus pasos los actores de cine.
La tarde caía trayendo el toque de queda,
en París no salen a cenar ni los suspiros
cuando el reloj aprende a conjugar el número ocho.
Los turistas cierran los balcones de los hoteles caros
cuando gritan las farolas y la magia no es un latido más,
sino un medio de transporte.
La mujer no necesitó pedir un taxi desde el teléfono de jade.
Sabia que el viaje aquella noche tendría nombre de recuerdo,
de poemas difuminados sobre un nombre de poeta
acompañando el baile de sus ojos abiertos de par en par
allá por Montparnasse.
La paseante se balanceó abrazada
al haz luminoso de la Tour Eiffel,
se dejaba besar por las ondulaciones de un Sena
que llevaba de crucero a los oscuros traficantes del amor.
No tardó en olvidarse del día,
aunque la Rue Ravioli hubiera secuestrado
apenas unas horas antes
el peso del cuerpo que ahora hacía el amor sin ser visto.
Recordaba al hombre joven que exhalaba desde su fino cigarrillo
su declaración de intenciones.
No hicieron falta la voz ni las manos
para entender que la piel estaba lista.
sábado, 11 de agosto de 2007
YO AMÉ A UN MUCHACHO COMUNISTA
Sonia R. Fides
YO AMÉ A UN MUCHACHO COMUNISTA
Si amas sin despertar amor,
(...) tu amor es impotente,
una desgracia.
Karl Marx
No tengo pocos años, pero tampoco demasiados.
La edad perfecta, dice el recuerdo,
para empezar a escribir frases subordinadas.
Yo amé a un muchacho comunista
en aquellos años en que Marcelo Mastroianni huía a Rusia
y La Mangano ocultaba el dolor
entre el guipur de una estilosa camisa blanca.
Entonces era el tiempo de las reinas del baile.
Todas querían ser guapas y enseñar en los recreos
el botín de guerra de las tardes de discoteca.
Yo, en cambio, quería al héroe.
Ese chico de ojos horizontales y profundos
que hacía cola para ver películas subtituladas
en cines que nunca olerían a palomitas,
mientras hablaba de huelgas de estudiantes.
¿Cuántos minutos habrán pasado desde aquel "llámame luego"
en clase de filosofía?
Quizás logre descubrirlo si le saco brillo
a la fecha de caducidad de los espejos
o a un teléfono limpio de nicotina
que me habla de ese chico miope
que le entregó la voz a muchas noches de vodka
y cigarrillos rubios.
Lo anuncia como un poeta y me pregunta
por qué sigo sin fumar.
Podría haber pensado una respuesta fácil,
pero la conjugación del recuerdo es una ecuación de segundo grado
y yo siempre fui de letras para las cosas del amor.
YO AMÉ A UN MUCHACHO COMUNISTA
Si amas sin despertar amor,
(...) tu amor es impotente,
una desgracia.
Karl Marx
No tengo pocos años, pero tampoco demasiados.
La edad perfecta, dice el recuerdo,
para empezar a escribir frases subordinadas.
Yo amé a un muchacho comunista
en aquellos años en que Marcelo Mastroianni huía a Rusia
y La Mangano ocultaba el dolor
entre el guipur de una estilosa camisa blanca.
Entonces era el tiempo de las reinas del baile.
Todas querían ser guapas y enseñar en los recreos
el botín de guerra de las tardes de discoteca.
Yo, en cambio, quería al héroe.
Ese chico de ojos horizontales y profundos
que hacía cola para ver películas subtituladas
en cines que nunca olerían a palomitas,
mientras hablaba de huelgas de estudiantes.
¿Cuántos minutos habrán pasado desde aquel "llámame luego"
en clase de filosofía?
Quizás logre descubrirlo si le saco brillo
a la fecha de caducidad de los espejos
o a un teléfono limpio de nicotina
que me habla de ese chico miope
que le entregó la voz a muchas noches de vodka
y cigarrillos rubios.
Lo anuncia como un poeta y me pregunta
por qué sigo sin fumar.
Podría haber pensado una respuesta fácil,
pero la conjugación del recuerdo es una ecuación de segundo grado
y yo siempre fui de letras para las cosas del amor.
martes, 24 de julio de 2007
Los orgasmos nunca dejan marcas
De Sonia R. Fides en el libro "Mirar y ser mirada"
LOS ORGAMOS NUNCA DEJAN MARCAS
Demasiado a menudo somos nada.
La nada es una enfermedad escandalosa,
como lo es la escalartina en un cuerpo de niño en la penumbra
cuando llega la siesta pero el calor no viene.
El cuerpo se desentiende de las sábanas.
Comienza a relatarlo la mirada quieta,
que estrella sobre el pentagrama las notas intangibles
de lo que vive contigo y no te habita.
¿Explotaría mi carne si fuera capaz de mostrar la silueta
de todo mi deseo?
Date prisa, me han dicho que caducan las caricias.
No hay realidad más bella
que la que corre por delante de las manos,
por delante de los dedos que persiguen
a una mujer que descarga su almíbar
sobre segundos calientes de la tarde.
Ahora todo tiene que ver con la temperatura exacta
de lo que no se exhibe.
Espero que los cristales colaboren,
que no se empañen y me sigan el juego.
Quiero devolverle a la tarde mis muslos blancos
para que lama su sombra mi secreto.
La habitación permanecerá intacta.
Los orgasmos nunca dejan marcas.
LOS ORGAMOS NUNCA DEJAN MARCAS
Demasiado a menudo somos nada.
La nada es una enfermedad escandalosa,
como lo es la escalartina en un cuerpo de niño en la penumbra
cuando llega la siesta pero el calor no viene.
El cuerpo se desentiende de las sábanas.
Comienza a relatarlo la mirada quieta,
que estrella sobre el pentagrama las notas intangibles
de lo que vive contigo y no te habita.
¿Explotaría mi carne si fuera capaz de mostrar la silueta
de todo mi deseo?
Date prisa, me han dicho que caducan las caricias.
No hay realidad más bella
que la que corre por delante de las manos,
por delante de los dedos que persiguen
a una mujer que descarga su almíbar
sobre segundos calientes de la tarde.
Ahora todo tiene que ver con la temperatura exacta
de lo que no se exhibe.
Espero que los cristales colaboren,
que no se empañen y me sigan el juego.
Quiero devolverle a la tarde mis muslos blancos
para que lama su sombra mi secreto.
La habitación permanecerá intacta.
Los orgasmos nunca dejan marcas.
domingo, 15 de julio de 2007
Ya sé que no puedo compararme con Manhattan
De Sonia R. Fides y su hermoso libro Mirar y ser mirada. Sonia mantiene el blog Mademoiselle joue avec son revolver: absolutamente recomendable.
YA SÉ QUE NO PUEDO COMPARARME CON MANHATTAN
Hay personas que se definen por lo que tienen
y hay personas que se definen por lo que les falta
(Luis Rosales)
Los susurros
son lo único que voy a ofrecerte.
Quédate cerca.
No soy capaz de encajar las piezas de ese lenguaje
que estás buscando entre los muebles sordomudos de la alcoba.
El perdón no quiere testigos.
Yo sé que lo mereces,
pero las escaleras del avión son siempre escurridizas
y esa ciudad a la que huyes tiene demasiadas luces de neón,
no es mi estómago un self –service abierto veinticuatro horas.
Además, ya habré cenado
cuando las azafatas coqueteen con las salidas de emergencia.
Ojalá no hubieras tenido prisa,
ojalá que la megafonía hubiera hecho huelga
o que la hubieran operado de anginas esa misma tarde.
Menos mal que no metiste en la maleta la imaginación,
y queda el rumor de las manos haciendo sombra
sobre un dibujo inacabado
porque no supe tocar tu carne
ni siquiera con la mirada.
¿No hubieras preferido quedarte en esta isla?
Ya sé que no puedo compararme con Manhattan
sobre todo porque yo sólo pinto el mar en blanco y negro.
Cuando iba al colegio era demasiado pobre,
no conozco el tacto de los lápices de colores,
¿es parecido al de un corazón cuándo ama?
Debieras haberte quedado para enseñarme todas estas cosas,
la normalidad de algunos músculos, por ejemplo,
aunque te entiendo, entre un billete en fisrt- class y yo,
yo también hubiera sido rehén de la primera alternativa.
YA SÉ QUE NO PUEDO COMPARARME CON MANHATTAN
Hay personas que se definen por lo que tienen
y hay personas que se definen por lo que les falta
(Luis Rosales)
Los susurros
son lo único que voy a ofrecerte.
Quédate cerca.
No soy capaz de encajar las piezas de ese lenguaje
que estás buscando entre los muebles sordomudos de la alcoba.
El perdón no quiere testigos.
Yo sé que lo mereces,
pero las escaleras del avión son siempre escurridizas
y esa ciudad a la que huyes tiene demasiadas luces de neón,
no es mi estómago un self –service abierto veinticuatro horas.
Además, ya habré cenado
cuando las azafatas coqueteen con las salidas de emergencia.
Ojalá no hubieras tenido prisa,
ojalá que la megafonía hubiera hecho huelga
o que la hubieran operado de anginas esa misma tarde.
Menos mal que no metiste en la maleta la imaginación,
y queda el rumor de las manos haciendo sombra
sobre un dibujo inacabado
porque no supe tocar tu carne
ni siquiera con la mirada.
¿No hubieras preferido quedarte en esta isla?
Ya sé que no puedo compararme con Manhattan
sobre todo porque yo sólo pinto el mar en blanco y negro.
Cuando iba al colegio era demasiado pobre,
no conozco el tacto de los lápices de colores,
¿es parecido al de un corazón cuándo ama?
Debieras haberte quedado para enseñarme todas estas cosas,
la normalidad de algunos músculos, por ejemplo,
aunque te entiendo, entre un billete en fisrt- class y yo,
yo también hubiera sido rehén de la primera alternativa.
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